Reacción nuclear
Les llegan refuerzos a los apóstoles del átomo. Neutrón en mano, Carlos Dávila lleva al punto de fusión el núcleo de La Gaceta: “En el Oriente africano, un pueblo, Libia, está siendo asesinado por un sátrapa sanguinario sin que aquí los titiriteros de ZP digan una palabra, y en el Extremo Oriente sólo se sabe a ciencia cierta que los muertos de un seísmo están siendo aprovechados por los boberas del ecologismo sufragado para alzarse en masa contra las nucleares”. La radiación se expande hasta ABC, donde Antonio Burgos se propone para la presidencia de la Agencia Mundial de la Energía Atómica: “La catástrofe del Japón haciendo gratis a los ecologistas a la violeta toda la demagogia antinuclear imaginable, como si la central de Garoña estuviera, como los duros antiguos, a la orillita del mar, y mañana mismo la fuera a destruir un tsunami”. Como se rompa la presa del pantano de Sobrón, ya verá usted qué risa, Burgos.
En La Razón, dos barajas. “Pánico nuclear: la radiación llega a Tokio. ¿Apocalipsis ahora?”, berrea con escándalo en primera, mientras su editorial pone de melindrosos a los que tienen tembleque de piernas. Eso incluye, qué cosas, a Doña Perfecta Merkel: “La decisión de Angela Merkel de paralizar las siete plantas atómicas más antiguas del país mientras dure la moratoria de tres meses para verificar la seguridad de las centrales nucleares tiene más que ver con sus preocupaciones electorales que con una actitud preventiva proporcionada”.
Simples mortales
Aquí lo que pasa es que hay mucho temor a la radiación y poco a Dios, nos recuerda -quién si no- el editorialista de Cope: “Vivimos con el sueño de poder crear un mundo en el que el peligro sea cero. Los que sufren los infartos siempre son los otros. No todo es previsible. Solo los adolescentes, ni siquiera los niños, se creen inmortales. El hombre adulto es consciente de su fragilidad y se pregunta qué significa, no la censura”.
Ahora que ya saben que somos polvo y que en polvo nos convertiremos, están listos para el postre no nuclear. El editorialista de Libertad Digital acaba de cuadrar el círculo de la abertzalidad descarriada: “Hasta Jesús Eguiguren parece admitir que Batasuna es ETA, por lo que no hay que ser precisamente un lince para concluir que si Batasuna es ETA y Sortu es Batasuna, todos forman parte de la misma empresa”. Traten de repetirlo sin mirar al texto.
Stress tests’ a las nucleares, qué tranquilidad
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Al tiempo que el accidente de Fukushima subía en la Escala Internacional de Accidentes, también el discurso pronuclear ha ido aumentando niveles en la paralela Escala de Argumentos Tranquilizadores.
En el nivel 1 presumieron de que el terremoto probaba la resistencia de las centrales. En el 2, reconocieron el accidente pero aseguraron que era poquilla cosa. Al subir al 3, nos recordaron que eran unas circunstancias excepcionales que no debíamos tener en cuenta. Ya en zona caliente, en el nivel 4, pidieron un debate en frío, y dejándolo a los técnicos. Y ahora, con la central descontrolada, suben de golpe hasta el 6 y prometen revisar la seguridad de las centrales.
Anuncian que las someterán a ‘stress tests’, un término que ya nos resulta familiar, y más bien desafortunado: ¿serán las pruebas de esfuerzo a las nucleares tan rigurosas como los ‘stress tests’ a la banca? Recuerden que los bancos irlandeses superaron la prueba, y pocas semanas después se hundieron.
Sí, ya sé que no tiene nada que ver una cosa con la otra. Pero de la misma forma que los tests a la banca buscaban sobre todo tranquilizar, no sé si fiarme de una revisión de seguridad nuclear que parte del apriorismo de que la energía nuclear es supersegura y que además no podemos renunciar a ella. Ayer, por ejemplo, ya había “expertos” vaticinando que las centrales españolas superarían cualquier prueba con la gorra.
Volvemos a lo mismo: las centrales japonesas estaban preparadas para terremotos, y sin embargo no contaban con los daños de un tsunami en una central junto al mar. En España no nos preocupan mucho los maremotos, pero inundaciones de lluvia y crecidas de río tenemos unas cuantas cada año. Y una pérdida de fluido eléctrico como la de Fukushima puede ocurrir por otros motivos, no necesita un tsunami. Y si no, siempre nos queda el fallo humano, que ya nos ha dado algún susto.
Se entiende que quieran enfriar el debate nuclear. No sea que debatamos más de la cuenta, y acabemos decidiendo que no estamos dispuestos a correr tanto riesgo imprevisible.
Un cargamento humanitario de oraciones
Mientras nos preparamos para las peores noticias sobre un desastre nuclear inminente en Japón, el mundo se moviliza por razones humanitarias, aunque más preocupado, todo hay que decirlo, por las repercusiones financieras y de repunte de la recesión global que puede acarrear el hundimiento de la economía japonesa.
Desde todo los rincones se recoge ayuda humanitaria, como un macroexamen del nivel de generosidad de los pueblos. El Vaticano, también. Siguiendo su costumbre, ha enviado cantidades inconmensurables de oraciones, porque, como decía el representante del Consejo Pontificio, Anthony Figueiredo, lo primero es rezar. Rezar para aplacar la ira de ese dios suyo que se entretiene en montar maremotos y tsunamis con el fin de poner a prueba la paciencia de los seres humanos. Y, como siempre en estos casos, la población está dividida en dos: los que agradecen a los dioses haberse salvado de su ira, y los que les rezan para que acojan en su seno a las víctimas.
“Si es gratis, cueste lo que cueste”, dice la máxima vaticana; por eso los pobres de todos los tiempos han sido alimentados con promesas de riqueza en el más allá, mientras en el más acá los clérigos se construían palacios y catedrales forrados de pan de oro, para ellos y sus barraganas. Pero esta vez el Vaticano se ha estirado. Se ha rascado el bolsillo. Con su envío urgente de padrenuestros y avemarías acompañó un cheque de 71.000 euros, para los primeros gastos en tiritas. No pudo enviar más por culpa de los ladrones que robaron millón y medio de euros a las monjitas de clausura de Zaragoza.
Bien sabe Dios que hacen más daño los ladrones que un terremoto y un tsunami juntos.
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