Publicado por Antonio Rodriguez en 23:33
20 de marzo 2011
Cuando todo parecía que en Europa se tenía un sentido mucho mas coherente sobre el aspecto privado de la religión, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos cambia de opinión y nos mete el crucifijo en las escuelas.
Lo que defendemos el estado laico nos habíamos llevado una gran alegría cuando el Tribunal de Estrasburgo falló en noviembre de 2009 que "el Estado debía de abstenerse de imponer creencias, incluso indirectamente, en lugares con personas a su cargo o particularmente vulnerables". Esto implicaba que no se podían exhibir crucifijos en las aulas de la escuela pública. Ahora la Gran Sala del Tribunal de Estrasburgo rectifica esa sentencia y estima que "un crucifijo colgado de una pared es un símbolo esencialmente pasivo, cuya influencia sobre los alumnos no puede ser comparada a un discurso didáctico o a la participación en actividades religiosas".
Esta resolución viene a imponer la posibilidad de que cualquier símbolo religiosos pueda ser expuesto en las aulas de un colegio público, dado que estos símbolos, según el Tribunal de Estrasburgo, son esencialmente pasivos. Deja en manos de los estado la libertad de decidir sobre esta cuestión. Es más, entraríamos en una permanente batalla con los gobiernos de turnos, que decidirían en función de su ideología la legitimidad de la exposición de uno u otro símbolo religioso. La aconfesionalidad del estado quedaría de esta manera limitada por una sentencia que eleva el hecho religioso de su relevancia privada a la categoría de lo público.
Es lamentable que el Tribunal de Estrasburgo desvirtúe, con está sentencia, lo que debe ser la esencia fundamental de la educación, el academicismo. Los que somos ateos creemos profundamente que ese rol debe regir la educación y por ello no se nos pasa por la cabeza la mera posibilidad de que en la aulas pudiera haber un símbolo que haga referencia a la no creencia que muchas personas mantenemos. Nosotros defendemos que la enseñanza pública debe estar al margen de cualquier influencia de las creencias privadas de las personas. La fe es algo privado y cada creencia tiene sus símbolos y la exposición de esos símbolos en un ámbito público no es sino una acción proselitista de una determinada confesión religiosa que influye directamente en la opinión de los alumnos. Por tanto puede llegar a herir los sentimiento de los niños que no profesan religión alguna o profesan un religión distinta a la que se expone en las paredes de un aula.
Por eso es tan sorprendente que un tribunal que debería defender los derechos de todas las personas por igual, se incline por la imposición de unos símbolos religiosos hacia quienes no creen en ningún dios o profesan una religión distinta a la “oficial”.
Salud, República y Socialismo.
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