Título: Caricaturas republicanasAutor: Luis Bagaría
Edtorial: Rey Lear
Precio: 25 €
Páginas: 238
"HUMOR MILITANTE"
RESEÑA DE IGNACIO F. GARMENDIA PUBLICADA EN LA REVISTA MERCURIO Nº 132 DE JUNIO-JULIO DE 2011
Fue considerado por sus contemporáneos como el gran renovador de la caricatura en España, del mismo modo que Beerbohm en Inglaterra, Sem en Francia o Gulbransson en Alemania. Como ellos, Luis Bagaría introdujo la modernidad en el arte del retrato o la viñeta satírica, dejando atrás el costumbrismo decimonónico para ofrecer una mirada más incisiva, caracterizada por su combatividad y su novedosa capacidad de síntesis. Apadrinado por su amigo Santiago Rusiñol, Bagaría ya había destacado en su ciudad natal, Barcelona, pero fue después de trasladarse a Madrid en 1912 cuando su firma se hizo popular, sobre todo a partir de sus celebradas colaboraciones en El Sol. El trazo curvilíneo, la economía de medios, el uso de blancos o de símbolos recurrentes son algunas de las características de unos dibujos que buscaban no tanto el parecido físico como el alma de los personajes retratados.
Pulcramente editado y prologado por José Esteban, este volumen reúne una estupenda muestra de la obra gráfica del caricaturista, cuya trayectoria ya fue recuperada, tras décadas de olvido, en libros como Luis Bagaría. El humor y la política de Antonio Elorza (1988) o Luis Bagaría. Entre el arte y la política de Emilio Marcos Villalón (2004), a los que habría que sumar dos catálogos de referencia publicados con motivo de sendas exposiciones en la Biblioteca Nacional (1983) y la Fundación Mapfre (2007). Experto conocedor del periodo y temprano vindicador de la memoria republicana, Esteban ha complementado la selección de las caricaturas con algunos testimonios de los escritores de su tiempo –Juan Ramón Jiménez, d’Ors, Azorín, Baroja, Unamuno, Ortega, Pérez de Ayala o Gómez de la Serna–, que describen en términos elogiosos la singularidad de un dibujante excepcional. Junto a ellos se incluye la entrevista que Bagaría le hizo a Lorca en junio del 36, acaso la última que concedió el poeta.
Como él mismo dejó escrito, el humor es “una flor que nació del pesimismo”, lo que explicaría su auge en unos años en los que pocos podían ser optimistas respecto al futuro de la política española, dejando aparte el breve paréntesis en el que pareció que la República podía inaugurar un orden nuevo. No fue así, como es sabido, y Bagaría, que ya había padecido los rigores de la censura y llegó a estar dos años desterrado en Argentina durante la dictadura de Primo, tuvo que exiliarse de nuevo, primero en Francia y luego en Cuba, donde murió, exhausto y alcoholizado, al poco de acabada la guerra. Dice Esteban que Bagaría tenía el gusto de la vida bohemia, pero fama de hombre afable y generoso, lo que no le impidió emplearse con dureza en el campo de las ideas, pues era el suyo un humor militante y comprometido con la realidad acuciante de su época. Como le dijo Lorca en la citada entrevista, “ningún hombre verdadero cree ya en esta zarandaja del arte puro”.
Republicano y socialista, Bagaría combatió la monarquía, apoyó a la izquierda de Azaña y se convirtió en un símbolo –como su león tocado con el gorro frigio– de los deseos de cambio. Durante más de tres décadas sus dibujos retrataron con peculiar acierto a los principales representantes del arte, la literatura o la política, al tiempo que arremetían contra el Ejército y la Iglesia o, en el plano internacional, contra Mussolini y Hitler, a quien el dibujante catalán escribió una irónica carta, aquí reproducida, con motivo de la prohibición de La Vanguardia –donde había vuelto a colaborar tras su salida de Madrid–en Alemania. Pero al margen de su contenido político, tanto las “siluetas morales” de Bagaría como sus viñetas de actualidad tenían esa “alta aspiración estética” destacada por Ortega, de ahí que hayan pervivido como el retrato luminoso de un tiempo que, por lo demás, no debería suscitar ningún tipo de nostalgia.
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Edtorial: Rey Lear
Precio: 25 €
Páginas: 238
"HUMOR MILITANTE"
RESEÑA DE IGNACIO F. GARMENDIA PUBLICADA EN LA REVISTA MERCURIO Nº 132 DE JUNIO-JULIO DE 2011
Fue considerado por sus contemporáneos como el gran renovador de la caricatura en España, del mismo modo que Beerbohm en Inglaterra, Sem en Francia o Gulbransson en Alemania. Como ellos, Luis Bagaría introdujo la modernidad en el arte del retrato o la viñeta satírica, dejando atrás el costumbrismo decimonónico para ofrecer una mirada más incisiva, caracterizada por su combatividad y su novedosa capacidad de síntesis. Apadrinado por su amigo Santiago Rusiñol, Bagaría ya había destacado en su ciudad natal, Barcelona, pero fue después de trasladarse a Madrid en 1912 cuando su firma se hizo popular, sobre todo a partir de sus celebradas colaboraciones en El Sol. El trazo curvilíneo, la economía de medios, el uso de blancos o de símbolos recurrentes son algunas de las características de unos dibujos que buscaban no tanto el parecido físico como el alma de los personajes retratados.
Pulcramente editado y prologado por José Esteban, este volumen reúne una estupenda muestra de la obra gráfica del caricaturista, cuya trayectoria ya fue recuperada, tras décadas de olvido, en libros como Luis Bagaría. El humor y la política de Antonio Elorza (1988) o Luis Bagaría. Entre el arte y la política de Emilio Marcos Villalón (2004), a los que habría que sumar dos catálogos de referencia publicados con motivo de sendas exposiciones en la Biblioteca Nacional (1983) y la Fundación Mapfre (2007). Experto conocedor del periodo y temprano vindicador de la memoria republicana, Esteban ha complementado la selección de las caricaturas con algunos testimonios de los escritores de su tiempo –Juan Ramón Jiménez, d’Ors, Azorín, Baroja, Unamuno, Ortega, Pérez de Ayala o Gómez de la Serna–, que describen en términos elogiosos la singularidad de un dibujante excepcional. Junto a ellos se incluye la entrevista que Bagaría le hizo a Lorca en junio del 36, acaso la última que concedió el poeta.
Como él mismo dejó escrito, el humor es “una flor que nació del pesimismo”, lo que explicaría su auge en unos años en los que pocos podían ser optimistas respecto al futuro de la política española, dejando aparte el breve paréntesis en el que pareció que la República podía inaugurar un orden nuevo. No fue así, como es sabido, y Bagaría, que ya había padecido los rigores de la censura y llegó a estar dos años desterrado en Argentina durante la dictadura de Primo, tuvo que exiliarse de nuevo, primero en Francia y luego en Cuba, donde murió, exhausto y alcoholizado, al poco de acabada la guerra. Dice Esteban que Bagaría tenía el gusto de la vida bohemia, pero fama de hombre afable y generoso, lo que no le impidió emplearse con dureza en el campo de las ideas, pues era el suyo un humor militante y comprometido con la realidad acuciante de su época. Como le dijo Lorca en la citada entrevista, “ningún hombre verdadero cree ya en esta zarandaja del arte puro”.
Republicano y socialista, Bagaría combatió la monarquía, apoyó a la izquierda de Azaña y se convirtió en un símbolo –como su león tocado con el gorro frigio– de los deseos de cambio. Durante más de tres décadas sus dibujos retrataron con peculiar acierto a los principales representantes del arte, la literatura o la política, al tiempo que arremetían contra el Ejército y la Iglesia o, en el plano internacional, contra Mussolini y Hitler, a quien el dibujante catalán escribió una irónica carta, aquí reproducida, con motivo de la prohibición de La Vanguardia –donde había vuelto a colaborar tras su salida de Madrid–en Alemania. Pero al margen de su contenido político, tanto las “siluetas morales” de Bagaría como sus viñetas de actualidad tenían esa “alta aspiración estética” destacada por Ortega, de ahí que hayan pervivido como el retrato luminoso de un tiempo que, por lo demás, no debería suscitar ningún tipo de nostalgia.
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