Tras 2 años del golpe de estado producido en Honduras, el ex presidente Manuel Zelaya regresó a su país. Se esperaba un cambio político y una eventual reconciliación, tras la firma del Acuerdo de Cartagena, que garantizaba el retorno del ex presidente Zelaya y sus allegados, así como el respeto a los derechos humanos.
Sin embargo, continuaron las persecuciones y los asesinatos de periodistas y simpatizantes de la resistencia hondureña. Así, el Frente Nacional de Resistencia incursionó en la política para intentar recobrar el poder a través de los votos en las próximas elecciones de 2013.
Los problemas fundamentales parten de la cobardia internacional, sus medios de comunicaciòn y su doble rasero.
Los ejércitos golpistas del cono sur parece que han aprendido la lección (aunque muchos milicos no hayan sido condenados), pero tanto en Perú, como en México, Colombia, Panamá, Guatemala o Paraguay, las fuerzas armadas se enquistaron en el pasado, convirtiéndose en grupo armado golpista, protector del genocidio (como el propio ejército norteamericano), el narcotráfico o el control de movimientos sociales y organizaciones de Derechos Humanos, cuyos militantes son asesinados y sus familias amenazadas, como acontece en la mayor parte de las naciones citadas.
Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y Sometidas por EE.UU., con Ban Ki Moon a la cabeza, o el vergonzoso fiscal Moreno Ocampo en la CPI, prefieren mirar a Siria antes que a un país como Honduras, donde los crímenes se siguen cometiendo con la mayor impunidad.
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