Esta es la opinión de un pope católico, el cardenal Lluis Martínez. Y es que no hay vida más allá del catolicismo para estos prelados. Sin religión: nada. Naturalmente se refiere a la religión “una-grande-libre”, la católica. La verdadera y patatera. La que ha gobernado este mundo durante tantos siglos.
No se acostumbran a vivir la realidad. Una realidad donde la religión debe cumplir una misión íntima y personal. Hoy, por fortuna, en los países que se toman como modelo de democracias avanzadas: Alemania, USA, Francia, Suecia, etc., la religión tiene un papel secundario. Se trata de países laicos, de verdad, donde cada uno es libre de profesar, o no, la religión que desee, relegada a un papel íntimo, de conciencia individual, al margen del Estado. Donde cada uno sostiene el culto que le interesa.
Aquí, seguimos escuchando a la cúspide de la Iglesia Catolíca insistir en la necesidad de ser católicos a la fuerza. Rémora que viene de los “tiempos felices” del Nacional-Catolicismo.
De tal forma que este cardenal se atreve a decir que:
- “Sin estudiar religión (católica se supone, puesto que las otras no es posible) los estudiantes se sienten atraídos por las sectas" y por los fundamentalismos”. Que la religión católica sea una secta es discutible y podría serlo según el DRAE, pero lo que no queda ninguna duda es de que es fundamentalista, en su proceder.
“Hoy los niños y adolescentes, padecen analfabetismo de cultura religiosa y esto produce un nivel cultural bajo”. Es curioso pensar cómo alguien todavía, pueda hacer una correlación entre religión y cultura, cuando la religión aliena a los individuos y los hace acríticos ante las injusticias sociales, y conformistas al prometerles la gloria en la otra vida.
Es tan burdo el razonamiento que se desmonta solo. Lo peor no es que los ministros de la SICAR (Santa Iglesia Católica Apostólica Romana) apoyen esta tesis –lógico por otro lado, pues es lo que les da poder terrenal (su objetivo)—, sino que nuestro amado gobierno, lleno de “sicarios” –seguidores de la SICAR--, lo secunda con ahínco y se convierte en su correa de transmisión. De ahí, que la jerarquía de la Iglesia se haya crecido e insista en razonamientos irracionales. ¿Qué pretenderán próximamente? ¿Hacer la misa obligatoria en escuelas y entidades públicas?
Este gobierno da buena cuenta de ese seguidismo apoyando la enseñanza concertada –casi toda católica— y deteriorando la pública; empeñándose en mantener la religión como asignatura sostenida con medios públicos, y no recortando las subvenciones a la Iglesia, cuando lo ha hecho con todas las demás asociaciones, incluidos sindicatos y partidos políticos.
Está claro que España está llena de políticos que pretenden que sus gobernados sean más un rebaño guiado por la fe que ciudadanos que pretenden razonar. De eso saben mucho los gobiernos teocráticos. Es más fácil gobernar apelando a los mitos divinos que sometiéndose al raciocinio de los pueblos.
Salud y República
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