La activista española Esther Vivas, en un interesante vídeo nos da la pista para comprender porque hoy aún existe el hambre en el mundo a pesar de que se producen alimentos para 12 mil millones de personas y siendo como somos en todo el planeta en torno a 7 mil millones. ¿Se pregunta cómo una de cada seis personas hoy día pasa hambre?
Y es que, según explica claramente, los alimentos se han convertido en una mercancía en manos del mejor postor. El sistema capitalista ha impactado brutalmente en la alimentación.
Muchos analistas justifican la hambruna de Somalia por la pertinaz sequía pero en otras zonas también hay episodios frecuentes de sequía, como por ejemplo Australia o el propio Estados Unidos, y allí no hay hambre.
Para explicar la situación hay que analizar quién controla hoy los recursos naturales, en manos de quienes están la tierra, el agua, las semillas...
Somalia en la década de los 70 producía alimentos para atender a toda su población. Era un país autosuficiente. Fue la crisis de la deuda, a partir de los años 80 y con la aplicación de varios programas y políticas de ajuste estructural, impuestos todos ellos por el Banco Mundial y por el tristemente famoso FMI, que países, como Somalia por ejemplo, fueron obligados a abrir sus mercados a las inversiones de grandes multinacionales lo que implicó la liberalización comercial.
Esta liberalización produjo que estas grandes empresas extranjeras comenzaran a vender sus productos alimentarios subvencionados, haciendo una competencia desleal a los productores autóctonos, al poderlos vender muy por debajo del precio de coste.
Estas políticas aplicadas sistemáticamente durante varias décadas ha supuesto que estos países hayan perdido su capacidad de producción y por tanto han perdido su "soberanía alimentaria". Al no poder competir con las multinacionales, los campesinos han ido abandonando sus tierras.
Esther Vivas insiste que la vulnerabilidad alimentaria que asola a estos países del Cuerno de África y a muchos otros, no sólo es consecuencia de factores ambientales sino que es consecuencia del impacto dramático de políticas de ajustes, de políticas neoliberales que se han aplicado durante tanto tiempo.
El incremento del precio de los alimentos, brutal en los últimos años, es otro factor a analizar. Nos anima la autora a preguntarnos dónde se decide el precio de estas materias primas, como el arroz, el cacao, la soja... Estos precios se deciden en las bolsas internacionales y en los mercados de futuro, de Paris, de Amsterdam, de Chicago, de Nueva York, de Berlín...
Allí es donde se pone el precio de los alimentos y se hace no en función de la oferta y la demanda real, sino que se establece en función de la "especulación financiera". Esta especulación repercute finalmente en el precio final de los alimentos. En estos países de hambruna, el maiz ha aumentado más del 100%.
Estas serían las causas políticas que explican el que una de cada seis personas pasa hambre en el mundo. De ahí que sea imperativo plantearse unas políticas alternativas a la actual, una alternativa defendida por el Movimiento Internacional de la Vía Campesina que pasa por la defensa de la "soberanía alimentaria". Implicaría que sean los propios campesinos quienes decidan qué se produce, cómo y el precios de esos alimentos.
Si no se abandonan las políticas neoliberales, el porcentaje de hambrientos irá creciendo de manera alarmante.
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