Por Sergio Millares / Canarii
La vida de Hostilio Rodríguez de la Sierra (Puerto de la Cruz, 9/10/1909) es un recorrido apasionante por la España del siglo XX. Su padre, el prestigioso abogado e intelectual Luis Rodríguez Figueroa, fue autor de la obra ‘El Cacique’, que desentrañó las claves del caciquismo en Canarias durante la Restauración; también Hostilio nos conduce por las tensiones sociales y políticas de la II República; el estallido de la guerra civil; la represión republicana en Madrid en el verano del 36; el Batallón Canarias, que combatió a favor del bando republicano.
La vida de Hostilio Rodríguez de la Sierra (Puerto de la Cruz, 9/10/1909) es un recorrido apasionante por la España del siglo XX. Eligio Hernández defiende en la actualidad sus intereses frente a los expolios que sufrió el patrimonio familiar. Su padre, el prestigioso abogado e intelectual Luis Rodríguez Figueroa, fue autor de la obra ‘El Cacique’, que desentrañó las claves del caciquismo en Canarias durante la Restauración; también Hostilio nos conduce por las tensiones sociales y políticas de la II República; el estallido de la guerra civil; la represión republicana en Madrid en el verano del 36; el Batallón Canarias, que combatió a favor del bando republicano; el asesinato de su padre y de su hermano Guetón; sus actividades como fiscal militar republicano y, finalmente, el exilio a Francia y a América, junto con sus hermanos Layo y Helio.
¿Cómo marcó su vida la personalidad de su padre?
Él era un hombre sumamente inteligente, a cada uno le señalaba el camino. Le dije un día:“¿Usted por qué no me deja estudiar marino?”. “No, señor, usted estudia abogado. Layo estudia lo que debe estudiar: marino.” Por el contrario, mi madre era tan buena que nos reíamos si nos pegaba. Pero con mi padre no: si decía una cosa, había que hacerla. Él no estaba dando vueltas. A los 10 años nos mandó: “A partir de mañana tienes que ir con Manuel para que te enseñe esgrima”.
También con esa edad Hostilio aprendió boxeo, lucha grecorromana, lucha canaria y gimnasia. ¿Le anticipaba a una vida de lucha y política?
Mi madre murió antes de cumplir 40 años, antes de la República. A mi padre le dije: “¿Por qué no te metes en política?”, y la respuesta fue: “¿Y quién le va a dar de comer a usted?” Él tenía su despacho en Santa Cruz de Tenerife. Mi padre era el mejor abogado que había en las siete islas. Trabajaba en Las Palmas [de GC, en La Gomera, El Hierro. Lo llamaba Rafael Guerra del Río, el ministro, para consultarle...
Hostilio entra en el Partido Comunista y en la Federación Obrera; estudia Derecho en La Laguna. Con posterioridad permanece en Madrid y luego se especializa en Derecho Internacional en Londres, donde le sorprende la rebelión militar en verano del 36. ¿Qué ambiente recuerda?
Por esos días, habían matado a tres obreros a la salida de la Casa del Pueblo. Sabía que había sido José Antonio Primo de Rivera quien los había mandado a matar. Cuando dicen que José Antonio no había matado: él no mató, sino que mandó para que mataran. Y también mandó matar a una chica que tenía 18 años, Juanita Rico. La cosieron a balazos porque era socialista. Cuando yo llegué a Madrid, en 1934, pregunté dónde solía ir José Antonio. “Yo voy a desafiar a este tipo esta noche”, dije. Yo estaba entrenadísimo. Bueno, me habrían matado, porque yo iba desafiando con las manos, a la trompada; pero no apareció.
Al estallar la rebelión, Hostilio acude a la embajada española en Londres para volver a España, aunque allí le desaconsejaron que fuese. ¿Qué país encontró?
Al día siguiente del Movimiento, me vine para España. Fui a Madrid a ver si estaba mi padre y no estaba. En esos días pasé por un mortuorio y era horroroso. Un camión lleno de cadáveres y por una ventana los tiraban dentro. Allí se hicieron unas matazones… No he podido borrar la imagen de un hombre joven, muy bien vestido de negro, al que le pegaron un tiro. Creo que se iba a ir y lo cogieron.
En Madrid, los canarios republicanos constituyeron el Comité Antifascista Canario. Más tarde forman el Batallón Canarias, que, tras discutirlo, no se integra en las estructuras anarquistas, sino que se ponen a disposición del Estado Mayor Republicano. ¿Qué papel tuvo en la organización del batallón?
Yo fui al Estado Mayor de la República, en el Palacio del Duque de Alba, y le dije a un teniente coronel que teníamos organizado un Batallón Canarias para luchar al lado de la República y me dijo: “Me parece muy bueno, hijo”. Como necesitábamos ropa, se nos ocurrió pedir ayuda económica a los canarios de Madrid. A Rafael Guerra del Río, que estaba refugiado en la Embajada de los Países Bajos, le dije: “Hemos organizado un batallón y estamos pidiendo ayuda para comprar ropa”. Me dijo: “Cuenta conmigo, pero me vas a hacer un favor. Hace tres o cuatro meses que no me pagan del Ministerio. Me traes esos cheques y yo te doy lo que necesites”. Entonces vi que era un enemigo de la República y no volví. Integraban el Batallón Canario unos 50 o 60 paisanos y me dieron el grado de comandante.
Mientras, en la zona que estaba en manos rebeldes, la familia de Hostilio sufre la represión. Su padre y su hermano Guetón serán asesinados en Tenerife y otro de sus hermanos, Layo, es encarcelado en las prisiones flotantes fondeadas en el Puerto de Santa Cruz y trasladado al penal de Villa Cisneros. En 1937, poco antes de que llegara la orden de su asesinato, logró huir y pasarse a zona republicana. ¿Qué fue de su familia en Canarias?
Mi padre había sido detenido en Cádiz y, estando yo en el batallón, se presentó un día un señor que me dijo que era americano, que había estado junto a mi padre en un barco; que estaba en muy mala situación porque lo tenían en calzoncillos, no le daban sino café y lentejas; que estaba delicado del estómago, pero no le había pasado nada.
¿Adónde iba ese barco?
Estaba allí, fondeado en la Bahía de Cádiz, lleno de prisioneros. Después lo sacaron a la prisión. Se supo que habían estado haciendo intercambios de unos prisioneros por otros, pero de mi padre se olvidaron.
¿Trasladaron a su padre a Tenerife?
Sí. Cuando llegó mi padre, lo metieron en la cárcel de San Francisco y, cuando salió, dijo:“Gracias a Dios que voy a ver a mis hijos”. Allí estaban esperándolo un grupo de falangistas. Lo metieron en un carro y se lo llevaron. Dijeron que lo habían tirado al agua, pero no sé bien. A la semana de llegar a Tenerife, lo habían matado.
¿Y a Guetón cómo lo mataron?
Lo cogieron, lo torturaron y lo asesinaron en La Laguna. Ahí se portó mal Aguiar, el pintor. Mi padre había mandado a Aguiar y a su mujer a ver pintura a Florencia, pero luego fue él quien se presentó a decirles a Guetón y a Helio que se entregaran.
¿Por qué cree que lo mataron?
Bueno, porque Guetón no era un hombre político, pero sí tribal. Nosotros éramos como una tribu. Me dijeron que mi hermano, cuando llegó a Tenerife, después de su estancia en Francia, le tiró una tarjeta a Franco a la cara y le dijo que saliera al alba para que se matara con él. No me extrañó porque mi hermano era un tipo despachado, que no le tenía miedo a nadie,
¿Tenía enemigos su padre?
No creo, porque era el abogado de la gente riquísima y también defendía a los trabajadores sin cobrarles nada.
¿Después de Madrid adónde fue?
Me llamó Ballester Gozalvo, un catedrático de la Universidad de Valencia amigo de mi padre y de Izquierda Republicana, y de Indalecio Prieto. Me dijeron que necesitaban gente de confianza. Pasé el examen y me mandaron a Lérida como fiscal del Ejército. Más tarde me trasladaron a Teruel. Fui con el general Sarabia, que era un hombre de una dignidad extraordinaria y un corazón enorme. Luego me enviaron al Ebro. Me salvé de venir en el avión porque no tenía puesto. Resulta que el aviador era un traidor y los fusilaron a todos.
Se reúne con sus hermanos Layo y Helio en Barcelona y emprenden, tras la retirada del Ebro, el largo camino que les llevaría al exilio en Francia…
Pasé la frontera; fui a un campo de concentración, primero al de Burdeos, después me escapé por en medio de un río y llegué a un pueblo. Fui a buscar a Marcelino Domingo, que era amigo de mi padre; le expliqué mi situación y me dijo que me podía enviar a Chile o a Perú, donde tenía amigos; pero que tenía que irse a Toulouse y al regresar nos veríamos. Cuando llegó el jueves, fui y salió la mujer llorando porque lo habían asesinado en Toulouse, con veneno en un café.
¿Cómo logró salir de Francia?
Yo ya había sacado a Helio y a Layo [del campo de concentración] por medio de la embajada de Cuba y nos fuimos para Burdeos, donde estuvimos unos días. Ahí Layo supo que había un barco en la isla de Saint-Martin-de-Ré. Íbamos a comprarlo, pero no valía nada; estaba tirado. Había que vararlo, pintarlo, arreglarlo y ponerle las velas para poder ir a América. Éramos once. Llegamos a las costas africanas, a Cabo Blanco, porque Layo lo conocía. Fuimos allí para coger los alisios. Llegamos a Trinidad y de allí a Venezuela. La Marina Civil nos dijo que no podíamos seguir, que el barco hacía agua. Así que dijimos “nos vamos” y nos dirigimos hacia Colombia dispuestos a repetir lo que hizo Cortés; quemar el barco y tirarlo contra una roca. El liberal Gaitán, que después mataron, llamó al presidente de la República y nos dijo que nos quedábamos allí, que nos daba la residencia en el acto. Y nos quedamos allá.
Entrevista realizada en Octubre de 2007(Trascripción de la entrevista: Dulce María Rodríguez y Ruymán Ferrera)
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