Comienza una nueva campaña de Vacaciones en Paz. Cientos de voluntarios trabajan en la logística que es complicada.
Para muchas familias españolas se inicia una cuenta atrás que terminará en junio cuando los niños saharauis lleguen para pasar el verano lejos del calor insoportable de la Hamada argelina.
Este año todo se complica por culpa de la crisis: hay menos familias, menos niños y menos recursos.
Si aquí tenemos problemas con nuestro día a día, podemos imaginar lo que ocurre en un campo de refugiados. Hace unos días, un amigo me lo resumía en una frase lapidaria: más por menos; más bocas por menos alimentos, más niños por menos maestros, más enfermos por menos doctores.
Este es un proyecto que cuenta con muchos defensores y también con innumerables detractores. Lo primero que aducen es que, sacar del entorno miserable a un niño para después devolverlo, es una crueldad, esto respecto a la vertiente humanitaria, tocante a su significación política, suelen ser más duros porque nos acusan de utilizar a los niños para hacer propaganda.
Yo, os lo digo con la mano en el corazón, no creo que las familias acogedoras seamos crueles ni tampoco que utilicemos a los niños, si lo pensara nunca hubiera participado.
Los niños desean regresar a su hogar a pesar de que aquí tengan cosas que allí no tienen y además están ansiosos de que el mundo les conozca y que todos sepan que viven refugiados porque sus padres o sus abuelos tuvieron que huir para salvar sus vidas.
Algunos de estos pequeños son huérfanos: hijos de mártires que dieron su vida por la Causa.
Nunca se lamentan, a veces te dicen que la pérdida del padre o de la madre les duele por sus hermanos pequeños que no tuvieron tiempo de conocerles y de aprender con su ejemplo.
En ocasiones te piden cosas disparatadas: una piscina de plástico para bañar a sus hermanos, un túper de pescado para la madre que hace tantos años no ha podido probarlo y lo echa de menos, cajas de gomas de borrar para regalar a sus amigos, el móvil desechado o nuevo para poder comunicarse con sus familiares al otro lado del muro, una olla rápida para que la bombona dure más, unas cintas con las canciones de moda. En otras, te sorprenden al explicarte que, cuando tienen hambre, se van a jugar y así se les olvida o que los saharauis son muy raros porque gritan ¡Sáhara Libre! con la barriga vacía.
Te enojan porque prefieren una fruta antes que la carne, porque no hay manera de que se coman la verdura, porque no quieren ir a la cama y se pasan la noche de juerga.
Muchas veces hacen preguntas incómodas ¿Por qué tu tienes tres televisores en tu casa y yo no tengo ninguno? ¿ Por qué tienes tres computers? ¿Cómo tu tienes tres coches en el garaje y los saharauis tenemos que esperar en el control a que pase alguno y nos quiera llevar a Tinduf?
También tienen comportamientos raros: te siguen y apagan la luz, te cierran el grifo, se niegan a echar a la basura los restos de las comidas, no te dejan cargar con ninguna bolsa, quieren fregar los platos, tardan media hora para lavarse y te dejan el baño hecho un cromo. Cuando anochece, sobre todo si son pequeños, lloran o se entristecen. Te ponen al borde de un ataque de nervios porque tardan lo que no está escrito para elegir un helado, porque quieren ropas de colores chillones, o porque quieren dormir vestidos.
Nunca dan las gracias, piden en imperativo y si les dices que te pasen cualquier cosa, en lugar de dártelo en mano, te lo tiran. Te asustan porque te cuentan que saben nadar, dejas que se tiren a la piscina y se hunden, te explican que montan muy bien en bicicleta y pedalean hacia atrás, cruzan la calle sin mirar y se ríen de tus gritos de espanto. Acaban con tu paciencia porque no entienden el reloj y nunca tienen prisa.
La acogida no es nada fácil y, sin embargo, cuando se van les echamos mucho de menos.
Quizás sea por estas sonrisas que cautivan o por esos ojos, que según una amiga mía, son los más bellos de África.
No, estos niños no buscan familia ya tienen una a miles de km.
¿Entonces por qué vienen y por qué hay personas que, a pesar de la crisis, les hacen un hueco en su hogar?
Sin duda debemos estar locos.
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