El pasado 1 de noviembre publiqué un artículo titulado “El imperio y la amenaza fantasma”. En él denunciaba y criticaba el nada sofisticado sistema de control poblacional conocido como “guerra contra el terror” y que ahora vuelve a estar tan de actualidad con ocasión del asesinato de Osama Bin Laden. Recomiendo su lectura por su interés y su renovada actualidad.
En aquella ocasión me motivó a escribirlo una rocambolesca historia que acabó de la forma esperada, es decir, difuminada en los diarios por la aparición de noticias más creíbles. La historia hablaba del supuesto envío de dos paquetes explosivos con destino a Estados Unidos, concretamente a una organización judía en Chicago. Se dijo que el origen era Yemen, con la de intereses judíos que están situados más cerca de Yemen, ¿quién entiende que amenazaran a alguien en Chicago? Entonces salió Obama a decir que era una “amenaza creíble“. Insistió mucho en ello, supongo que tantas veces como fueron necesarias para convencerse a sí mismo de la supuesta credibilidad.
Nada más darse a conocer la supuesta noticia, se dieron también a conocer los principales sospechosos, evidentemente: Al-Qaeda.
Antes de desaparecer de las portadas, el revuelo que formó la supuesta noticia alcanzó dimensiones desproporcionadas, pero también alcanzó dos de los principales objetivos que se perseguían, esto es: un punto más de control sobre la población a través del ejercicio del miedo y, tal vez lo más importante, la “libre circulación” de personal y material de guerra por cualquier rincón del mundo; todo ello en el marco voluble y variable a voluntad de los Estados Unidos y que se llama “guerra contra el terror“, no sin un revestimiento de fingida legalidad.
Obviamente también se consigue el efecto en cascada de conseguir la aprobación de presupuestos militares cada vez más elevados, en un país con 50 millones de sus habitantes sin la más mínimia cobertura social. El pobre contribuyente estadounidense debe pensar: ¡Qué mala suerte que tiene mi gran país, que sufre la amenaza terrorista! Mientras muchos otros pensamos ¡Qué mala suerte que tiene el mundo de sufrir la amenaza estadounidense!
Ahora, tras la segunda (que se sepa) muerte de Bin Laden, las consignas vuelven a caer como aves de presa sobre las libertades de la población. Se les ha llegado a recomendar a los ciudadanos estadounidenses que “eviten reuniones públicas y manifestaciones“, aunque no se tiene noticia de que las competiciones deportivas que a tanta gente congregan, hayan sido suspendidas. Hablan de la posibilidad de ataques violentos contra sus intereses en cualquier parte del mundo, (porque culaquier parte del mundo les interesa) lo que les lleva a presentarse ante la opinión pública como las víctimas, cuando se parecen mucho más a los agresores en casi todos los escenarios donde se les pueda comparar con alguien.
Por su parte, Hilary Clinton asegura que existe una ideología atroz que consiste en buscar la muerte ajena, no se sabe muy bien por qué motivo, pero no, no está hablando de la ideología y la política exterior de los Estados Unidos, como todo parecía indicar, sino de la supuesta de Al-Qaeda.
Cuando la llama del fuego del miedo al “terrorismo” se vaya apagando, estén atentos al atizador estadounidense, vigilen sus movimientos y podrán observar cómo la intención es que nunca se apague ese fuego.
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