Ignacio Ramírez Cisneros. Rebelión.org
Fue noticia mundial hace unos días, la evaluación negativa que la compañía calificadora de riesgo S&P vaticinó para el futuro cercano de la deuda del Gobierno Federal de los EEUU, que por el momento aún conserva su nota crediticia máxima.
Para intentar mitigar la fuerte caída en los mercados de valores producto de la noticia (al final de la semana, los mercados de valores se habían recuperado por completo) , en poco tiempo salieron comunicados desde la Casa Blanca y el Departamento del Tesoro negando la posibilidad de que los EEUU eventualmente sufriera una degradación de su nota crediticia, que por cierto, significaría afrontar costos significativamente mayores en la administración de su deuda (al estar obligados a pagar mayores intereses para compensar por el mayor riesgo).
Lo cierto es que s e acerca la deuda pública del Estado Federal, que no incluye las emisiones de deuda de los 50 Estados de la Unión ni de las municipalidades, al nivel de la producción nacional anual. Se estima que en la actualidad, la deuda federal pública representa más de 95% del PIB . El pago de intereses sobre esta deuda, por su parte, pronto llegará a un nivel equivalente al 10% del PIB .
La advertencia de S&P llega justo cuando Obama acababa de 'negociar' recortes presupuestarios altísimos, dirigidos por un lado a limitar beneficios y garantías sociales para aquellos con menores ingresos, y a eliminar proyectos federales de inversión en infraestructura y en energías limpias y renovables. Al parecer, para S&P estos recortes no fueron suficientes.
Verdaderas causas de la Deuda Federal
Como podría haberse esperado, no hubo mención directa al presupuesto de 'seguridad y defensa', que representa el mayor gasto (improductivo) sin fondos, y por ello el rubro que más aporta a los déficit crónicos ,y por ende a la Deuda Federal de los EEUU.
De acuerdo a estimaciones oficiales, durante el período 2000-2007, años que vieron el lanzamiento de la 'guerra contra el terrorismo' y la invasión a Irak, se incrementó la deuda federal en un 50% , pasando de 6 billones de dólares a 9 billones de dólares.
El otro gran salto en la deuda del Estado Federal ocurrió a partir del 2008 en adelante, debido a los gigantescos rescates de los bancos privados, los recortes en los impuestos a los más ricos, y un presupuesto anual de defensa y seguridad estimado en $800 mil millones de dólares . Estos rubros han sido los principales responsables del incremento de la deuda federal en unos 4,26 billones de dólares desde aquél año.
¿Quién compra la deuda estadounidense?
Debido a esta aceleración significativa en el endeudamiento, el mismo Estado (principalmente por medio del Banco Central) ha pasado a ser el mayor comprador de los pagarés oficiales del Departamento del Tesoro. No obstante, China y demás inversores extranjeros aún poseen casi el 50% de todos los bonos del Departamento del Tesoro.
Esta práctica de monetarizar la deuda, es decir la acción de comprar sus propias emisiones de deuda pública para mantener la liquidez en el mercado de estos títulos, reduciendo así la tasa de intereses con la que debe compensar a sus acreedores, es un lujo que se pueden dar solo aquellos países del centro de la economía-mundo tales como Japón ( cuya deuda pública representa más de 200% del PIB ) y los EEUU, sin sufrir una degradación en su nota crediticia -o peor, una sanción de algún organismo internacional como el FMI, o la OMC.
Los demás países deben comprar dólares (o euros; la zona geográfica predetermina la denominación de su deuda soberana) en el mercado internacional de divisas, para saldar sus deudas soberanas (o para comprar el petróleo para abastecer su economía doméstica); o aumentar sus exportaciones para adquirir la moneda 'fuerte' necesaria para amortizar su deuda.
S&P, vocera de la oligarquía
Es la opinión de este autor, que la advertencia negativa de S&P sobre el valor crediticio de la deuda pública de los EEUU no es más que una exigencia para intensificar la austeridad infligida a la población en general.
Llega en un momento en que el Presidente de los EEUU intenta sin mayor vigor y convicción, 1) contrarrestar el desmantelamiento total de los logros sociales obtenidos con el debilitamiento de la oligarquía financiera durante la Gran Depresión, y 2) no abandonar del todo la iniciativa estatal de desarrollar infraestructura y proveer fondos para investigación científica y tecnológica. (No olvidemos, ya inició su campaña para la reelección).
La incapacidad del sector privado para realizar esto último es más que evidente. Su ahínco en la obtención de ganancias en el corto plazo lo impide por completo.
Sin embargo, la hegemonía de las políticas económicas oligárquicas, que defienden las rentas monopólicas del sector privado en detrimento de casi todos los demás actores económicos, mantiene el mito económico de que los déficit públicos constituyen el principal problema económico por resolver en un país. Esto impide los gastos estatales productivos absolutamente necesarios en tiempos de nula o baja inversión del sector privado, como en la actualidad .
En realidad, los republicanos y los demócratas conservadores como Obama, reproducen los intereses de sus jefes (i.e., sus patrocinadores electorales corporativos) cuyos réditos se verían seriamente afectados en una sociedad de pleno empleo (con precios del trabajo crecientes y garantías sociales plenas), y con un sector público fuerte.
La oligarquía financiera y corporativa estadounidense utiliza el argumento señuelo de mantener los déficit 'bajo control', para seguir recortando beneficios sociales, e inversión estatal en infraestructura y en tecnología, sin tocar el gasto en 'seguridad', el rubro que más aporta a los déficit presupuestarios . Todo esto con el fin de consolidar su afán de ver realizada una economía sin inflación proveniente de una demanda agregada fuerte.
Por el contrario, la inflación producto de burbujas crediticias de carácter especulativo, inadvertibles para las agencias calificadoras de riesgo, es tolerada por las autoridades económicas, precisamente porque infla los precios de los activos vinculados a los mercados inmobiliarios y a las bolsas de valores (conocido como asset price inflation ) de donde la elite oligárquica extrae la mayoría de sus rentas.
La más importante noticia sobre del futuro de la economía estadounidense
Curiosamente, produjo mayor sobresalto la advertencia de S&P que el pronóstico del FMI avisando que la economía de los EEUU sería eclipsada por la economía China en términos reales en el año 2016 . Estimaciones anteriores daban fechas más cercanas al 2020 , cuando más pronto.
Es decir, el mayor acreedor de la superpotencia pronto la desplazará en términos de volumen de producción. ¿Qué pasará entonces, con el enorme mercado de Valores del Departamento del Tesoro? ¿Sufrirán los tenedores de estos valores una gran perdida? ¿Podrá la superpotencia militar seguir financiando ad libitum sus déficit presupuestarios, estando ya desplazada como la mayor potencia económica del mundo? ¿Está por llegar el, por unos, largamente ansiado fin de la hegemonía del (petro-) dólar ?
Lo cierto es que e l paulatino pero definitivo desplazamiento de los EEUU como la mayor potencia económica mundial ha detonado un a nueva ola de violencia y agresión , liderada por la mega-potencia militar. Sus víctimas se encuentran en aquellos lugares donde su rival intenta afianzar sus intereses vinculados al abastecimiento de materias primas, para continuar su acelerado proceso de industrialización ( En el Oriente Medio y en el África, principalmente ).
Así mismo, la ahora potencia económica y militar no ha perdido su habitual atrevimiento para generar inestabilidad en las zonas de su influencia (Taiwan, las áreas limítrofes al Tíbet, la Península Coreana, y los mares de las costas orientales chinas), cercanas a su rival y socio, dicho sea de paso .
Quizá el reporte del FMI que reevalúa la celeridad en que la economía estadounidense se debilita frente a su mayor rival, llegue a fortalecer las facciones anti-hegemónicas al interior de los demás países del G-7. Desgraciadamente, siguen acompañando a los EEUU en sus cada vez más abyectas y desafortunadas intervenciones militares para consolidar su proyecto de mundo. Por el momento, como queda evidenciado por la participación de la OTAN en la invasión a Libia, estas facciones siguen débiles.
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