Desde el estallido de la actual crisis capitalista las condiciones laborales y de vida de la clase trabajadora están siendo golpeadas por la implantación de medidas antisociales que tienen un sólo objetivo: cargar las consecuencias de la crisis sobre las espaldas de la mayoría trabajadora. Para ello la burguesía y sus gobiernos no están dudando en arrasar con derechos históricos adquiridos, demostrándose una vez más la falacia que trató de presentar al capitalismo como el modo de producción capaz de asegurar un futuro digno próspero y estable, también para la clase obrera.
Por otro lado se comprueba el papel histórico que la socialdemocracia (PSOE) vuelve a jugar como herramienta política al servicio de los intereses de la oligarquía financiera. Regalando miles de millones de euros para salvaguardar los beneficios bancarios; aumentando los precios de los carburantes, de las tarifas eléctricas, o facilitando la subida de los precios de los alimentos de primera necesidad, y todo ello mientras reducía o eliminaba impuestos a la minoría explotadora; permitiendo el desahucio de cientos de miles de familias trabajadoras, protegiendo así los intereses de inmobiliarias y entidades financieras. También la ha visto privatizar servicios públicos, imponer una contrarreforma laboral que facilita el despido o que precariza aún más el mercado laboral; aplicar una contrarreforma del sistema de pensiones que exige trabajar más años para cobrar menos. Y la está viendo preparar una contrarreforma de la negociación colectiva que, pretendiendo calcular los salarios en función de la llamada productividad, va a aumentar el grado de explotación de la clase obrera.
Por ello la clase obrera ya no puede creer más en el grosero engaño de seguir considerando un gobierno del PSOE como si fuese algo distinto a lo que pueda representar otro del PP. Cuando ambos son instrumentos diseñados para ir turnándose, a través de los procesos electorales, y en función de la coyuntura política y económica del momento, a salvaguardar los privilegios de una minoría explotadora.
En el plano político desaparecen también todas las expectativas en cualquier proceso de reformas dentro del sistema capitalista, por lo que las organizaciones reformistas (IU-PCE) se convierten en cómplices de ese sistema cuando rechazan la necesidad de acentuar la lucha de clases para confrontar hasta su derrota a los distintos representantes políticos y económicos del sistema, cuando renuncian a la denuncia del capitalismo existente en su totalidad, y no exclusivamente de unos “excesos” que, dicen, pueden ser aliviados gracias a reformas parciales o a supuestas mejoras “humanitarias” del mismo. Se convierten en cómplices del sistema cuando, de facto, renuncian a derribar el capitalismo, cuando por buscar acomodo en el entramado institucional burgués desorientan a la clase obrera y al pueblo repudiando la necesidad de luchar hasta la conquista del Socialismo y el Comunismo.
Pero la crisis capitalista también muestra el papel que las cúpulas de las organizaciones sindicales mayoritarias juegan en este escenario de crisis. Tras la contundente Huelga General convocada a regañadientes por esas cúpulas sindicales ante la exigencia de la misma por la clase obrera, fueron preparando la enésima traición. Y lejos de abrir un periodo de movilizaciones sostenido en el tiempo y que aumentase progresivamente el nivel de confrontación hasta derribar todas y cada una de las medidas que los representantes del capital tenían previsto aplicar, iba a terminar convirtiéndose en un engaño donde esos cuadros de mando sindicales cooptados por el poder burgués, jugaron el papel de desorganizar, desorientar y desmovilizar a la clase obrera con el discurso de la paz social y con la praxis de la negociación a la baja de derechos.
Este 1º de Mayo debe manifestarse la actitud militante de una clase obrera que, con su Partido Comunista al frente, sitúe en primer plano una serie de elementos: el rechazo frontal a la llamada paz social como práctica suicida para los intereses de una clase obrera, cuyas consecuencias ya está sufriendo en cuanto a retroceso de derechos se refiere; la necesidad de pasar a la ofensiva, a organizarse y preparar las movilizaciones necesarias para, no sólo recuperar aquello que nos está siendo arrebatado, sino para despojar de sus privilegios a una minoría cuya opulencia descansa sobre nuestras condiciones de trabajo y de vida, cada vez más penosas; y, fundamentalmente, para demostrar la bancarrota definitiva del capitalismo como sistema que nada positivo tiene que ofrecer a una mayoría obrera y popular que, en consecuencia, renuncia a depositar sus esperanzas en cualquier reforma del mismo, y se apresta a combatir por su superación definitiva con la conquista del Socialismo y el Comunismo.
Por otro lado se comprueba el papel histórico que la socialdemocracia (PSOE) vuelve a jugar como herramienta política al servicio de los intereses de la oligarquía financiera. Regalando miles de millones de euros para salvaguardar los beneficios bancarios; aumentando los precios de los carburantes, de las tarifas eléctricas, o facilitando la subida de los precios de los alimentos de primera necesidad, y todo ello mientras reducía o eliminaba impuestos a la minoría explotadora; permitiendo el desahucio de cientos de miles de familias trabajadoras, protegiendo así los intereses de inmobiliarias y entidades financieras. También la ha visto privatizar servicios públicos, imponer una contrarreforma laboral que facilita el despido o que precariza aún más el mercado laboral; aplicar una contrarreforma del sistema de pensiones que exige trabajar más años para cobrar menos. Y la está viendo preparar una contrarreforma de la negociación colectiva que, pretendiendo calcular los salarios en función de la llamada productividad, va a aumentar el grado de explotación de la clase obrera.
Por ello la clase obrera ya no puede creer más en el grosero engaño de seguir considerando un gobierno del PSOE como si fuese algo distinto a lo que pueda representar otro del PP. Cuando ambos son instrumentos diseñados para ir turnándose, a través de los procesos electorales, y en función de la coyuntura política y económica del momento, a salvaguardar los privilegios de una minoría explotadora.
En el plano político desaparecen también todas las expectativas en cualquier proceso de reformas dentro del sistema capitalista, por lo que las organizaciones reformistas (IU-PCE) se convierten en cómplices de ese sistema cuando rechazan la necesidad de acentuar la lucha de clases para confrontar hasta su derrota a los distintos representantes políticos y económicos del sistema, cuando renuncian a la denuncia del capitalismo existente en su totalidad, y no exclusivamente de unos “excesos” que, dicen, pueden ser aliviados gracias a reformas parciales o a supuestas mejoras “humanitarias” del mismo. Se convierten en cómplices del sistema cuando, de facto, renuncian a derribar el capitalismo, cuando por buscar acomodo en el entramado institucional burgués desorientan a la clase obrera y al pueblo repudiando la necesidad de luchar hasta la conquista del Socialismo y el Comunismo.
Pero la crisis capitalista también muestra el papel que las cúpulas de las organizaciones sindicales mayoritarias juegan en este escenario de crisis. Tras la contundente Huelga General convocada a regañadientes por esas cúpulas sindicales ante la exigencia de la misma por la clase obrera, fueron preparando la enésima traición. Y lejos de abrir un periodo de movilizaciones sostenido en el tiempo y que aumentase progresivamente el nivel de confrontación hasta derribar todas y cada una de las medidas que los representantes del capital tenían previsto aplicar, iba a terminar convirtiéndose en un engaño donde esos cuadros de mando sindicales cooptados por el poder burgués, jugaron el papel de desorganizar, desorientar y desmovilizar a la clase obrera con el discurso de la paz social y con la praxis de la negociación a la baja de derechos.
Este 1º de Mayo debe manifestarse la actitud militante de una clase obrera que, con su Partido Comunista al frente, sitúe en primer plano una serie de elementos: el rechazo frontal a la llamada paz social como práctica suicida para los intereses de una clase obrera, cuyas consecuencias ya está sufriendo en cuanto a retroceso de derechos se refiere; la necesidad de pasar a la ofensiva, a organizarse y preparar las movilizaciones necesarias para, no sólo recuperar aquello que nos está siendo arrebatado, sino para despojar de sus privilegios a una minoría cuya opulencia descansa sobre nuestras condiciones de trabajo y de vida, cada vez más penosas; y, fundamentalmente, para demostrar la bancarrota definitiva del capitalismo como sistema que nada positivo tiene que ofrecer a una mayoría obrera y popular que, en consecuencia, renuncia a depositar sus esperanzas en cualquier reforma del mismo, y se apresta a combatir por su superación definitiva con la conquista del Socialismo y el Comunismo.
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