La tradición de visitar la iglesia los domingos es una de las más extendidas en Estados Unidos. Igual que el seguimiento y la enorme importancia que se da en este país al deporte universitario, casi uno de los pilares de la cultura estadounidense moderna.
Infinidad de películas, series de televisión y libros que han difundido las características de la sociedad occidental dominante durante décadas han mostrado la relevancia de estos fenómenos.
Hace ya años que la Iglesia Católica de aquel país se vio salpicada por escándalos de pederastia, que fueron ocultados o silenciados por la jerarquía de esta institución, un hecho lamentable que estremeció a los casi 80 millones de fieles con los que cuenta esta confesión en el país.
Ahora, otra de las instituciones culturales más importantes de la nación, la universidad, se ve salpicada por casos como estos que afectan, además, al popular mundo del deporte universitario.
Uno de los más famosos representantes de este deporte, en el que los entrenadores se convierten en verdaderos mitos sociales que permanecen durante décadas en sus puestos (nada que ver con el deporte profesional), es Joe Paterno. El entrenador de fútbol americano fue el técnico de la Universidad del Estado de Pensilvania durante más de medio siglo, nada menos que 61 años. Pero, rozando ya los 85, se vio obligado a abandonar su cargo por un escándalo que quizás dañe su imagen para siempre: durante años ocultó un caso de abusos sexuales a menores por parte de uno de sus ayudantes.
Según una reciente denuncia, a Jerry Sandusky, colaborador del veterano entrenador durante años, se le acusa de haber agredido sexualmente a ocho menores entre 1994 y 2009 (hay fuentes que elevan el número a más de 30). Más siniestra resulta todavía la razón por la cual el entrenador tenía acceso a los pequeños: a través de una organización caritativa que él mismo había fundado para ayudar a los hijos de familias sin recursos.
El hecho que implica tanto a Paterno como a parte de la directiva de la universidad, es que en el año 2002 ya hubo una denuncia sobre abusos de este tipo producidos, además, en las instalaciones del campus.
Ese año, otro de los miembros del equipo técnico, Mike McQueary, aseguró ante Paterno y varios miembros de la junta directiva de la institución de enseñanza que había sido testigo de los abusos que Sandusky cometía sobre un niño de 10 años en las duchas del gimnasio.
Al parecer, todos los presentes en esa reunión decidieron callar, con el objetivo de mantener intacto el prestigio de la institución o por cualquier otra razón. Ahora que ha salido a la luz la verdad y que esta parece aún más grave que en un principio, parece claro que todos se arrepentirán de no haber pensado más en el bienestar del pequeño. De hecho, algunas organizaciones ya han anunciado que iban a retirar el nombre de Paterno de algunos premios que entregaban y que tomaban su denominación de míticos entrenadores de fútbol americano. Es la primera consecuencia, pero podría no ser la última, ya que, como encubridores, todos los presentes en aquella reunión podrían tener que afrontar acciones legales sobre ellos.
Pese a todo, el deporte universitario estadounidense, con un seguimiento social dentro de las fronteras del país extraordinario, sin parangón en ninguna otra nación del mundo, no está, desde luego, ‘libre de pecado’. Como un fenómeno de masas que mueve enormes cantidades de dinero, pese a ser, supuestamente, amateur, cuenta en su haber con numerosos escándalos relacionados con sobornos, pagos ilegales, sexo, drogas e irregularidades académicas. Pero en este caso, lo que más parece indignar a la opinión pública, es esa defensa de las jerarquías sobre el que ha cometido un crimen. Más aún si se trata de un hecho de tanta gravedad como un caso de abusos sexuales a un menor.
http://tenacarlos.wordpress.com
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