Indiferencia
Ver la violencia en la acera de enfrente y no pensar que puede cruzar la calle es como dejar caer a pedazos la conciencia.
Aunque justifiquen los golpes, aunque se encojan de hombros, aunque caminen apacibles entre los escombros, un día tendrán que tomar posiciones.
Porque en algún momento cercenarán sus sueños, arruinarán sus derechos, reventarán la paz que tenían puertas pa adentro y entonces deberán elegir, sacar pecho y tomar aire.
Porque esas calladas inteligencias, esas que apenas parpadean cuando la sangre cae a borbotones o cuando las cárceles se llenan o cuando el hambre se esparce a todo trapo, esas inteligencias a tiempo lento, llenas de sal y de arena, que saben callar mientras afuera crecen las voces que condenan la miseria. Esas podridas inteligencias, un día tendrán que tomar posiciones por ovarios o por cojones, tendrán que hablar claro, decir dónde estaban el día que otros empezaron la pelea.
Tendrán que rendir cuentas por su conducta errante, por llevar la mudez a cuestas, por lavarse los ojos, por atarse la lengua y las ideas.
Y ese día sabrán que llegaron tarde, que tener los labios sellados es de cómplices o de cobardes y que es mejor decir en voz alta el nombre de cada uno de los horrores.
Ese día sabrán que quien se atrinchera en la indiferencia se encadena y entrega las llaves a quien, seguro, las entierra.
Silvia Delgado
http://www.flickr.com/photos/arctarus/6791454786/Aunque justifiquen los golpes, aunque se encojan de hombros, aunque caminen apacibles entre los escombros, un día tendrán que tomar posiciones.
Porque en algún momento cercenarán sus sueños, arruinarán sus derechos, reventarán la paz que tenían puertas pa adentro y entonces deberán elegir, sacar pecho y tomar aire.
Porque esas calladas inteligencias, esas que apenas parpadean cuando la sangre cae a borbotones o cuando las cárceles se llenan o cuando el hambre se esparce a todo trapo, esas inteligencias a tiempo lento, llenas de sal y de arena, que saben callar mientras afuera crecen las voces que condenan la miseria. Esas podridas inteligencias, un día tendrán que tomar posiciones por ovarios o por cojones, tendrán que hablar claro, decir dónde estaban el día que otros empezaron la pelea.
Tendrán que rendir cuentas por su conducta errante, por llevar la mudez a cuestas, por lavarse los ojos, por atarse la lengua y las ideas.
Y ese día sabrán que llegaron tarde, que tener los labios sellados es de cómplices o de cobardes y que es mejor decir en voz alta el nombre de cada uno de los horrores.
Ese día sabrán que quien se atrinchera en la indiferencia se encadena y entrega las llaves a quien, seguro, las entierra.
Silvia Delgado
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