Cuando se actúa con trampas hay dos posibilidades, o se pone la otra mejilla y se traga, o se hace frente a la injusticia.
Lo digo por el comportamiento de la C. A. de Madrid, que ha decidido como siempre, ante la huelga del próximo 29, imponer, en vez de pactar, los servicios mínimos.
Lo ha hecho siempre. Van treinta sentencias –30, se dice pronto—, en que ante alguna huelga, la justicia da la razón a los sindicatos y declara abusivos los servicios mínimos nombrados por la C.A.M.
Lo que ocurre es que la injusticia y el abuso son declarados ilegales cuando la huelga ya ha pasado, y la sentencia contra la Sra. Aguirre y Cía por nombrar servicios mínimos injustos, queda sin efecto. Y así, una vez tras otra.
¿Qué hay que hacer? La cosa está clara, además de denunciar por lo penal estos servicios por prevaricación, puesto que se están designando los servicios mínimos que han sido anulados a posteriori por la justicia, hay que imponer los servicios mínimos que se crean imprescindibles, saltándose lo anunciado por la Comunidad, que trata, simple y llanamente de romper la huelga, jugando con ventaja.
Así es que nuestros esfuerzos han de ir encaminados a que los servicios mínimos sean razonables y no los que quieren imponer estos mamelucos de la CAM.
Tanto hablar de que hay que reformar la ley de huelga, -–gobierno y caverna mediática se han puesto de acuerdo— para cargarse uno de los pocos derechos que le van quedando a los trabajadores, y sin embargo, nadie dice nada de los abusos que se cometen por parte de los empresarios. Quieren barrer con todo, en el menor plazo posible.
La mejor ley de huelga es la que no existe. El derecho a huelga no es un derecho que guste a nadie, tampoco a los trabajadores. Es la única arma que queda en casos extremos, por eso, quieren cargársela. Si hubiera que corregir la ley que la rige, debería ser para evitar los abusos empresariales, como la coerción, la amenaza de despido o la imposición abusiva de servicios mínimos.
Todos los medios de comunicación y los peperos hablan de los piquetes de los trabajadores. Es posible que se cometan excesos, no digo que no, pero esos piquetes se ven, se denuncian y si cometen faltas o delitos pueden ser castigados. Sin embargo, no tiene parangón con los piquetes empresariales. La ventaja con la que juegan los empresarios es absoluta. Al miedo general que existe en esta situación de crisis, hay que añadir el miedo que los empresarios directa o indirectamente meten a los trabajadores al amenazarles con el despido si acuden a una huelga.. Todos conocemos escenas de este tipo:
Luchemos junto contra ellos. Razones para protestar por una reforma laboral salvaje hay de sobra. No faltes. El 29-M la huelga tiene que ser un éxito. Si no te apuntas, te arrepentirás después.
Salud y República
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