Después de leer algunos comentarios surgidos a raíz de mi llamada a secundar la huelga me gustaría hacer algunas aclaraciones.
Me sorprendió que algunos vieran en este llamado un ataque al derecho a ir al trabajo de aquellos que decidieran no sumarse a la convocatoria. ¿Por qué? Tan legítimo como ir a trabajar es no hacerlo para participar en la jornada de huelga. En principio, el ejercicio de un derecho no ha de entrar en conflicto con el otro.
Algunos expresaban su negativa a participar en la huelga motivados por su postura crítica (y a mi modo de ver, a menudo, comprensible) hacia los sindicatos mayoritarios. Hablaban de su connivencia con el poder (sobre todo con el anterior gobierno), de su corrupción y del privilegio que para alguno suponen las subvenciones recibidas por parte del Estado.
En primer lugar habría que aclarar que no sólo los sindicatos mayoritarios convocan la huelga. También lo hacen otras organizaciones sindicales, así como muchas asociaciones de carácter social y cultural y multitud de movimientos ciudadanos. Tiene sentido buscar en la convocatoria de una huelga general la complicidad de todas las organizaciones sindicales y ciudadanas puesto que se busca el paro generalizado de la actividad laboral en todo el país.
Quizá debiéramos recordar que los sindicatos CCOO y UGT son mayoritarios porque obtienen el apoyo de la mayor parte de los trabajadores que participan en las elecciones sindicales. No son los únicos que existen, pero sí los que tienen mayor representatividad en el conjunto de los trabajadores. También decir, con respecto a su representatividad, que los afiliados a los sindicatos (a estos y a otros) son muchos más que los afiliados de ciertos partidos políticos de cuya legitimidad de ninguna manera dudaremos. Aunque la mayor parte de sus ingresos vienen de las cuotas pagadas por los afiliados, los sindicatos reciben subvenciones, sí. Como también lo hacen las organizaciones patronales, los partidos políticos y muchas otras instituciones con mucha menor representatividad que los sindicatos. La Federación Española de Fútbol o los toros son también subvencionados. La prensa escrita y las televisiones privadas reciben dinero del Estado en cantidades muy superiores a las recibidas por los sindicatos.
Como decía antes, comparto la crítica hacia unos sindicatos que, a mi modo de ver, debieran haber sido más contundentes en su enfrentamiento contra los poderes políticos que nos han llevado a esta situación de desastre y precariedad. Ante esta crítica uno puede tomar dos actitudes. Una: mostrar su indignación en foros como este, en las barras de los bares o en su entorno más inmediato, ejercer el derecho al pataleo y quedarse de brazos cruzados en casita. Otra: indignarse igualmente pero participar del tejido sindical para cambiarlo de forma que recupere su postura crítica y exigente, tal y como nos gustaría.
Convengamos que lo primero es más fácil. No en vano, España es el país con menor filiación sindical de toda Europa.
Muchos dicen: ¡¿dónde estabais cuando el anterior gobierno hizo los ajustes que hizo?!
Pues quizá en la calle participando de las movilizaciones ciudadanas que fructificaron en el 15 M. Quizá en la anterior huelga convocada con el gobierno de Rodríguez Zapatero. Yo sí sé donde estaba. No sé donde estaban los furibundos e indignados ciudadanos que ahora ponen en duda el compromiso ajeno.
Hay quien pone la mirada en aquellos ciudadanos que, decididos a trabajar en la jornada de huelga, pueden recibir la presión o ser víctimas de la coacción de algunos piquetes. Desde luego que este tipo de coacción, más aún en su expresión más violenta, es reprobable. Pero es visible. La sugerencia de Dª Esperanza Aguirre de que la gente haga fotos a los piquetes pretende hacernos creer que la coacción de estos es un hecho habitual en la jornada de huelga. Conocemos de sobra la costumbre de la señora Aguirre de hacer fotos, señalar con el dedo y abrir expedientes propios de la Stasi a aquellos díscolos que se atreven a molestar. Como digo, esta coacción, de producirse, será visible y ahí tenemos a los Cuerpos de Seguridad del Estado para proteger al trabajador que en jornada de huelga decide ir al trabajo.
Pero, ¿y las coacciones de los empresarios a los trabajadores? Por desgracia estas no son tan visibles y sus víctimas no podrán aportar la prueba gráfica que Aguirre sugiere como mecanismo de control ante los “excesos de la turba”. Y por lo que leo en los comentarios no preocupan tanto a la gente. Convengamos que el desamparo de este trabajador ante el empresario es mayor que el del trabajador que quiere acudir a su puesto el 29M. No hay policía que lo proteja ante este abuso.
Algunas críticas a la labor de CCOO y UGT, parecen esconder un rechazo al sindicalismo en sí mismo, al sistema de organización y representación de los trabajadores. He escuchado decir: que desaparezcan los sindicatos, la negociación colectiva, es hora de dejar de tratar al trabajador como a un niño. Atrocidades cómo esta sólo se formulan cuando se quiere eliminar una de las últimas barreras de contención ante las que se encuentra el capitalismo más feroz, más dickensiano. Lo que realmente se desea es que desaparezca la lucha sindical, con ella la lucha por los derechos de los trabajadores, y ya que estamos los derechos en sí mismos. Darwinismo económico, vamos.
Lo cierto es que, lamentablemente, gran parte de los trabajadores ha perdido su conciencia de clase. La muchacha que trabaja de dependienta en la tienda de ropa, el autónomo que hace equilibrios para llegar a fin de mes, el inmigrante que sueña en el andamio, el informático subcontratado por una ETT, el desempleado recién licenciado o el camarero de su hamburguesería favorita no se siente parte de un colectivo de trabajadores. Los sindicatos han dejado de ser referencia de lucha y de defensa de los intereses del trabajador para una gran parte de sociedad.
Además la precariedad incentivada en la contratación ha conseguido su objetivo: tener trabajo deja de ser un derecho y se convierte en un privilegio, de tal forma que apenas reparamos en las condiciones en las que lo realizamos. Cuando lo importante es tener trabajo, sea cual sea, sea como sea, ¿por qué detenernos a mirar el salario, la seguridad del trabajador, su protección y su estabilidad? Nos olvidamos de que tan importante como tener trabajo es que este sea digno, que dignifique al que lo ejerce, que lo ayude a emanciparse.
Si los sindicatos no se dan cuenta de que gran parte de las nuevas generaciones se sienten excluidas en sus sueños y anhelos, de que no se sienten representadas en las estructuras sindicales vigentes el ciudadano irá perdiendo poder de influencia en esta posdemocracia en la que, de forma cada vez más evidente, la soberanía le es arrebatada para ser ejercida por oligarquías financieras y empresariales.
Otros comentarios hablaban de la legitimidad del gobierno elegido democráticamente para llevar a cabo las reformas. La mayoría absoluta del PP no avala sus actuales políticas puesto que no sólo no estaban en sus programas sino que representan lo contrario a lo que en ellos prometían. No se trata de ganar en la calle lo perdido en las urnas. Se trata de exigir que, cuanto menos, los políticos asuman la responsabilidad cuando tratan de engañar al ciudadano. De recordarles que su labor es presentar alternativas de gobierno que realmente proporcionen bienestar al ciudadano y que realmente sean alternativas. ¿Cómo se puede ejecutar una reforma laboral tan agresiva como la que se lleva a cabo para luego decir que el paro no va a dejar de aumentar? Se habla del paro, de los ajustes, de la crisis como si fueran fenómenos de la naturaleza, incontrolables, impredecibles, fuera del control de los gobiernos. Nos hablan de la obligatoriedad de las medidas como si fueran leyes naturales, resultado del determinismo científico. Sólo para desideologizar algo que sin duda tiene una gran carga ideológica y para justificar el abuso fragante que supone la puesta en marcha de sus políticas.
Las mayorías absolutas no son cheques en blanco para el gobierno de turno. Por suerte participar en democracia también es ejercer el derecho a la huelga y hacer oír nuestras voces cuando la ocasión lo merece.
Y esta ocasión me pareció que lo merecía. De forma urgente.
Con todos mis respetos. Sinceramente suyo
Ismael Serrano
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