Imagen de la chabola donde presuntamente los acusados abusaban de la niña. :: BRÍGIDO
«Es que me dijeron que tenía dieciocho años». Así se excusaba ante la bronca de sus familiares, antes de quitarse la vida, uno de los vecinos de Arroyo de San Serván que usó los servicios sexuales de la menor. Los rumanos que se servían de ella procuraban ofrecerla a un reducido grupo de clientes para preservar el secreto y el negocio el mayor tiempo posible, según los vecinos.
Desde fuera lo que ha sucedido en este pueblo de 4.300 habitantes (250 de ellos rumanos) es incomprensible; que una niña española pasara tres meses inadvertida ejerciendo la prostitución, o el hecho de que un modesto policía local, medio apartado del servicio y privado del uso de armas, protagonizara de modo individual un rescate que deja en evidencia a la Guardia Civil.
Algunos conocían en el pueblo a 'El Nono', apodo del joven rumano y novio de la chica, que la traía y llevaba de acá para allá, según fuentes municipales.
En una localidad donde esos inmigrantes llevan años asentados como colectivo, pero que van y vienen según transcurre el año y las diversas campañas de cosecha agraria en España, los rumanos ya no llaman la atención, solo cuando alguno rebasa las normas de convivencia y educación.
Por eso nadie reparó en la figura de la menor, que vestida humildemente, y con pañuelo en la cabeza, parecía una inmigrante más. Sólo de noche, afirman los vecinos, la vestían de forma atractiva, la montaban en un coche, y enfilaban hacia una chabola montada por los propios rumanos en el vertedero a las afueras del pueblo, donde tenía lugar la prostitución.
Los proxenetas ofrecían a la chica a un grupo reducido de clientes, para que la voz no se propagara y no llamar la atención, afirman fuentes vecinales. El juez de paz y el ex concejal de Izquierda Unida que se quitó la vida, ambos imputados, eran amigos íntimos, vivían en la misma calle y compartían jornadas de caza. Otros acusados son agricultores mayores de la localidad.
En Arroyo hay además sospechas de que algunas mujeres rumanas que trabajan en las faenas agrícolas ofrecen a veces sus servicios sexuales al patrón, una vez alejados de los vecinos del pueblo.
No faltan quienes piensan que reina una cierta permisividad en Arroyo, pese a la existencia de un cuartel de la Guardia Civil y una plantilla de seis policías locales.
Entre ellos está Pedro José Torrado Villa, el municipal que protagoniza esta historia con un papel casi más importante que la de la desgraciada menor madrileña.
Solicitó, y tiene ganado por sentencia firme, el pase a segunda actividad, pero no se le aplica y ha pedido ejecución de la decisión judicial. El alcalde, Juan Moreno, reconoce tener diferencias pero «no solo con él, sino con toda la plantilla», y por motivos «exclusivamente laborales»: jornadas. salarios... Está privado del uso de armas pero el alcalde, que ejerce de mando de los agentes, le ofrece apoyo de otros compañeros si tuviera que afrontar alguna misión de riesgo.
A pesar de ello el sábado 4 de diciembre decidió obrar en solitario para rescatar a la menor de la vivienda tercermundista en la que estaba retenida, una casa desvencijada propiedad de un vecino y que tiene presentada denuncia a la Guardia Civil por impago del alquiler.
A raíz de la actuación ha recibido felicitaciones y parabienes, pero también la llamada de la Guardia Civil en Nochebuena. En la comandancia de la Benemérita en Badajoz le comunicaron que estaba detenido, le buscaron un abogado de oficio e invitaron hacer una declaración pero él se acogió a hacerlo en presencia de la jueza, como así fue finalmente.
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