Distinguido Sr. Aguirre,
Soy Ciudadano Honorario de Corpus Christi (Texas) desde 1989 y siento una especial vinculación con esa tierra.
Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington me apresuré en hacer llegar mis condolencias y solidaridad, con el pueblo de los EE UU y su gobierno, a quien entonces era Embajador en Madrid.
Ahora me arrepiento de haberlo hecho. Creo que muchas personas como yo, en todo el mundo, habrán actuado de igual manera y ello ha podido ser interpretado por el presidente saliente Bush como un apoyo moral a su “Guerra Global contra el Terrorismo” y respaldo incondicional al estado apartheid de Israel.
El historiador Mark Mazower escribía en Financial Times (5 marzo de 2006) que “en vísperas de la invasión de Polonia en 1939, los generales alemanes dieron instrucciones a sus hombres para ponerse en guardia ante ‘actos de terror’. Que esos ‘terroristas’ fueran polacos defendiendo su país a la desesperada poco importaba a los soldados del Tercer Reich, quienes habían dejado de lado las últimas obligaciones del derecho internacional.”
Con la misma moral y el apoyo incondicional de los EE UU, Israel está llevando a cabo la destrucción masiva del ghetto de Gaza, un genocidio que seguramente pasará a la Historia. Nunca un gobierno de su país había actuado con tanto desprecio hacia los refugiados palestinos, como son la mayoría de los habitantes de la Franja, y el derecho internacional.
El 22 de noviembre de 2007 The Economist sacaba a Bush en portada y lo llamaba “Mr Palestine”. Un desafío y a la vez una esperanza, con el argumento de que tras lo que ha hecho en Iraq, y “habiendo ignorado Palestina casi todo el tiempo en sus dos mandatos, tenía ahora una oportunidad de redención”, de quedar bien ante la historia, arreglando el problema de Oriente Próximo. Pero ni eso, más bien todo lo contrario.
Atentamente,
M. Muriel
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