Como bien recordaba Fidel Castro, los imperios y culturas habidos a lo largo de la historia han tenido un final más que dramático.
Uno de los que legaron más pruebas de su dominio fue el imperio faraónico, seguido del persa, la indudable influencia de la civilización griega, pasando por el romano; los omeyas, que se extendieron a lo largo del Mediterráneo, seguido del imperio español “donde en sus dominios no se ponía el sol”, llegando al más poderoso: el británico, que abarcaba desde Canadá a la India, de los USA a Australia. Hoy, Estados Unidos, primer país del globo, militar y económicamente hablando, es el que comienza a temblar. Y en esa debacle arrastrará a otros. China contempla el panorama con el estoicismo que le caracteriza.
Todo esto viene a colación respecto a que esas culturas, en el siglo XXI, son apéndices esclavizados por un régimen aún más dictatorial y tiránico que los que pudieron padecer sus ciudadanos, que obliga a aquellas antiguas y poderosas naciones sean hoy las que ocupen la cola de un primer mundo belicista y asesino, al que probablemente quede poco tiempo de esplendor.
Un ejemplo de ello vuelve a las páginas de los diarios en estas semanas. El gobierno de Grecia impondrá nuevas medidas de austeridad, que se sumarán al impopular plan de ajustes ya implementado en 2010, como salida a la crisis financiera.
El ministro griego Papaconstantinou, razonando en el parlamento
Los descendientes de Pitágoras, Homero, Hesíodo, Safo, Anacreonte, Píndaro, Jenofonte, Demóstenes, Aristóteles, Esopo, Plutarco, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Tucídices, Herodoto, Sócrates, Platón, Pericles, Euclides, Arquímedes, nuevamente castigados por la fuerza bruta del capitalismo, que compra y vende la cultura como si de mercancías se tratara, prostituyendo las claves por las que camina el mundo: la vida, el medio ambiente, la paz, la alimentación, el conocimiento y la solidaridad.
El ministro de Finanzas, Gorgos Papaconstantínu, afirmó que esa nueva iniciativa de ahorro (el eufemismo clama a los dioses) no afectará los salarios ni las jubilaciones y recaudará 23.000 millones de euros hasta el año 2015.
Poco después reveló en toda su miseria el secreto de tal medida: el programa contempla la privatización de puertos y aeropuertos, cierre de organismos estatales y el traslado de miles de trabajadores a otros centros.
Una nueva escalada en el endeudamiento de Grecia, que junto a Portugal, España e Irlanda, sufren en las carnes de sus ciudadanos los recortes de todo tipo que los delincuentes del FMI y el Banco Mundial aplican a los más necesitados.
Ante la impotencia de quienes rechazamos la violencia como arma de combate, debemos hallar alternativas a las huelgas y a otros movimientos de protesta (cartas, manifiestos, etc.) que llegan a los parlamentos, donde se dice que el pueblo está representado, y muere en las papeleras de las comisiones de los dos partidos mayoritarios.
La abstención masiva a las urnas podría ser una de esas medidas a tomar. La huelga fiscal, otra.
En este régimen que llaman democrático, el pueblo no ordena. Obedece. ¿A quiénes? A los que mayores riquezas y poder militar poseen, que en definitiva son aquellos que aún exigen más.
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