Hungría aprueba una Constitución de corte fascista.
Un país europeo más que elige el fascismo como régimen político
Buena parte de los artículos aprobados en la nueva Carta Magna, contradicen el espíritu de la Comunidad Europea, organización que curiosamente preside en estas semanas el país magiar, que por si fuera poco es miembro de la OTAN. La oposición acusa al primer ministro Viktor Orban de haber dado el primer paso para institucionalizar una dictadura.
Si el dato del ascenso de la ultraderecha en Finlandia (Verdaderos Finlandeses) que pasó del 4% al 19% en poco menos de 5 años, fue un varapalo para quienes anhelan un mundo alejado del belicismo, lo que el parlamento de Hungría decidió en estos últimos días, colocando a Dios, patria y orgullo nacional como premisas sagradas, antes que República, laicismo y justicia, debe convencernos que Europa camina por los mismos senderos del III Reich, entre el jolgorio de Berlusconi (desafiando a los jueces hace un par de días en Milán), sembrando vientos que en poco tiempo llegarán a ser tempestades, y la llegada del PP al poder en España, con sus mesnadas de falangistas e hijos/as de Cristo Rey.
NAZIS HÚNGAROS PREPARADOS PARA LO QUER SEA
No existen muchas diferencias entre los años veinte y treinta del siglo pasado, y estos nuevos signos del totalitarismo más feroz, sobre cuyo representante austríaco Haider cayeron hace años los peores calificativos. Hoy sin embargo, la UE calla y otorga. Si a la patria de Sigmund Freud se le amenazó con sanciones, me da en la nariz que a Orban le van a enviar muchos telegramas de felicitación, desde Londres, París, Roma y Washington. Con esta nueva constitución, Hungría se ha dotado de unos Principios Fundamentales del Movimiento Inmóvil que harían dichoso al rey Juan Carlos de Borbón. El parlamento húngaro ha dictaminado que es posible alejarse del estado de derecho, en nombre de la democracia europea.
El gobierno de Angela Merkel ha declarado su preocupación por el hecho. Incluso el Secretario Genaral de la ONU, Ban Ki-Moon, ha confesado su preocupación invitando a Hungría a reflexionar sobre el paso que se ha dado, consagrando la intolerancia, el nacionalismo excluyente y racista, e incluso la retórica de los tiempos de Mussolini.
Los analistas destacan el peligro de un texto que coloca a la familia y el cristianismo como bases de la sociedad húngara, que no menciona los derechos de las minorías étnicas (judíos, rumanos), ni los de las comunidades homosexuales, el derecho al aborto, o la separación estado – iglesia.
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