Camilo de los Milagros para DPEH
Vestidos de payasos, de colores y guirnaldas; desvestidos otros y mal vestidos los más, muchachos y muchachas de las universidades colombianas salieron a la calle otra vez, por cientos de miles, para recomenzar una pelea contra el régimen. Una estridente y colorida batalla, con muchas ideas y sorprendentemente con pocos disturbios.
Ya se tardaban. En la última década luego del exterminio acelerado de sindicatos, sindicalistas y movimientos sociales, el desplazamiento forzado de millones de campesinos y la criminalización de cualquier intento de oposición de izquierda, sólo estudiantes e indígenas conservan un volumen de movilización importante en el país. Son el último resguardo de la dignidad. No se tardó en cambio el gobierno de Santos en aludir a ese fantasma tenebroso del establecimiento colombiano con el que se calumnia cualquier disensión al régimen invocando al macabro: “están infiltrados por las guerrillas”, de donde se deduce por lógica aristotélica que 1- o las guerrillas conservan suficiente poder como para movilizar a medio millón de personas contra el gobierno ergo la matazón de los diez últimos años no ha servido para nada o 2- es una mentira más de Santos para atacar un movimiento justo y legítimo que cuenta con la simpatía y el respaldo de sectores muy amplios de la población universitaria. O todas las anteriores.
Las multitudinarias movilizaciones –mayoritariamente pacíficas – revelan la inconformidad de la totalidad de estamentos universitarios así como de sectores que antes no se oponían al estado: universidades privadas, rectores e incluso la acomodada variedad burocrática de funcionarios y mandos medios, siempre tan arrodillados, quienes han visto amenazados sus intereses ante una reforma que promete entregar el sistema educativo al capital trasnacional, el todopoderoso amo y señor del siglo XXI, ese cartel mafioso, esa expresión sublime del crimen organizado internacional, como dijo E. Galeano.
¿No es un papel de cómicos, empecinarse en resistir los mandatos que las élites más poderosas de la historia y sus criollos asociados imponen sobre esta diminuta república tropical olvidada? ¿Produce rabia, frustración o risa la imagen de una muchacha enfrentada con una pistola de juguete a la maquinaria militar más asesina de América latina? ¿Se ríen de nosotros los Santos, los Chaar, los Lleras, los Bessudo, los Mehreg, los Santodomingo, los Holguín, los Uribe (los de Salgar, Antioquia), los Lloreda, los Ardila-Lülle, los Chaux, los… toda esa caterva de neo-aristocracias y buenas familias que detentan el control casi absoluto de tierras, aguas y gentes bajo este cielo? ¿Se ríen y burlan desde sus poltronas lujosas en los penthouses del Norte de Bogotá o Miami, de Bahréin o Cartagena de Indias?
Seguro que se ríen, aunque el papel de los payasos sea menos inofensivo de lo que parece: por algo destrozaron a tiros la sonrisa del humorista Jaime Garzón hace años o persiguieron y acosaron al genial Charles Chaplin en tiempos del anticomunismo y la guerra fría.
De cumpleaños, la policía le regaló a la Universidad Tecnológica y sus estudiantes una piñata completa, un arsenal de gases lacrimógenos, de balas de goma y de las otras, de garrotazos y patadas, al finalizar la movilización pacífica. Nuestra Universidad cumpleañera fue excepción nacional debido a los disturbios que, como en la Palestina ocupada, dejan ver la deshonrosa desproporción de las piedras contra las balas. Los policías por desgracia no iban vestidos de payasos sino de Robocops malvados y estos, se sabe, no hacen payasadas.
Casi ningún estudiante lo conocía o lo recordaba: se cumplen además 40 años del movimiento universitario más grande de la joven historia colombiana, la crisis universitaria de 1971. Recordemos la imagen, lejana ya, de más de cuarenta universidades en Huelga, un año seguido de conmoción y agitación, protestas multitudinarias, disturbios, cierres de universidades… un país ingobernable. La memoria obliga a decir que en 1971 el movimiento universitario se insurreccionó violentamente contra la injerencia imperialista extranjera. La Historia tiene sus burlas, sus payasadas, sus coincidencias: ese movimiento mítico, esa leyenda de la izquierda colombiana empezó con una huelga en Pereira y en la Universidad del Valle. Muchos de sus líderes y activistas – los que no fueron asesinados después – son quienes imponen como rectores y funcionarios las reformas y recetas mágicas del FMI y el Banco Mundial para salvar el sistema educativo colombiano, ¡Ah la Historia, la Historia! ¡Siempre tan juguetona!
Es así como cuatro décadas más tarde hemos llegado al mismo punto, hemos dado una espiral completa en los giros del desarrollo, para volver a entrar en contradicción con las mismas élites y los mismos pulpos imperiales que en ese entonces adecuaron y moldearon planes educativos, reformas e instituciones a su imagen y semejanza; los estudiantes vestidos de payaso hoy vuelven a decirle NO a un modelo que ni está al servicio de las mayorías ni en consonancia con los problemas reales de la nación colombiana.
Con los pitos y matracas, narices rojas y grandes zapatones, seguirá la fiesta. Hasta que perdamos la paciencia o la esperanza. Entonces los poderosos dejarán de reír a carcajadas.
FOTOS PEREIRA por Vlass Mamor (desdedelsur.blogspot.com) 1. Medellín, 2. Tunja, 3 – 7. Pereira.
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