Esta crisis se ha cobrado más de tres millones de parados en cuatro años. Y lo que parece que queda, según el propio gobierno.
Este paro creado por la explosión de la burbuja inmobiliaria junto con la crisis financiera mundial ha provocado que mucha gente que, con sacrificio, se embarcaron en la compra de una vivienda, hoy, se vean con la soga al cuello por el cambio de su situación personal, ajeno a su responsabilidad.
Las hipotecas que antes se pagaban con los sueldos que se cobraban hoy no se pueden pagar estando desempleados, y de ahí que se produzcan los desahucios.
Los bancos, que en su día dieron créditos de forma fácil y distendida, hoy se quedan con las viviendas que no se pueden pagar y además, basados en la bajada de precios que han sufrido los inmuebles, en muchas ocasiones, exigen al ex-propietario la deuda pendiente.
La dación –figura por la que se cancelan todas las deudas al entregar la vivienda al banco— que existe en muchos países de nuestro entorno, aquí sólo es posible –desde hace días— si los hipotecados tienen unas condiciones económicas extremas y siempre con el beneplácito del banco. Lo que hace que sólo se pueda dar de forma muy excepcional.
Mientras, lo que se está produciendo es una cantidad desorbitada de desahucios. En el año 2011, los juzgados de este país procesaron más de 58200 expedientes de desahucio. Un 22% más que en 2010. Se trata de 160 al día.
La situación no parece cesar, al contrario, el último trimestre se ha batido el récord. Y se calcula que en 2015, se habrán ejecutado más de 700.000 desahucios, de los cuatro millones de hipotecas que se firmaron entre 2004 y 2008 (casi el 18%).
Las estadísticas no dejan de ser números, y los números son fríos, si no se les mira a su interior. En el caso de los desahucios estamos hablando de un verdadero drama. Porque debemos tener presente que en cada vivienda de esas 700.000 --o de las 160 expulsiones que se producen cada día—, vivía una familia. Una familia, a menudo con hijos, sin recursos y con una situación desesperada y cuya suerte, por desgracia, no puede ser más negra.
Mientras este drama ocurre, nuestros gobernantes no son capaces de dar salida a esta situación, a este derecho constitucional. Y miran las estadísticas como meras cifras, sin ser capaces de ver qué hay detrás. Cada vez se encuentran más insensibilizados ante la miseria que se está generando.
Seguramente arreglar el problema no es fácil, pero es posible con voluntad política y deberían ponerse a ello. Porque está claro, que tanto el ejecutivo anterior, como, sobre todo, éste, tienen otros objetivos: seguir los mandatos de sus amos, los Mercados.
Sin duda se pueden hacer cosas, por ejemplo, dedicarse a tomar medidas que sirvan para reactivar la economía, para crear empleo y no para reducir el déficit, sin más, que no hace sino contraerla, aumentar el paro y empobrecer a la mayoría de los ciudadanos. O también podrían aprobar con carácter general la dación. Bastante desgracia tiene una familia que pierde la casa para que además tenga que ser pobre de solemnidad si no quiere seguir pagando la deuda al banco.
También se podría imponer un impuesto fuerte a los bancos, responsables máximos de esta situación, por cada vivienda vacía que tengan en su poder. De esa forma se generarían ingresos que se dedicarían a la ayuda para estas familias, y, por otro lado, se empujaría a los bancos a vender las viviendas, para lo que tendrían que bajar el precio.
Y porque no crear una verdadera empresa pública de viviendas de alquiler. Donde se alquilen a precios bajos las viviendas vacías que hoy hay en nuestro país (se habla de tres millones de viviendas vacías, de las que más de doscientas mil son propiedad de los bancos)
En fin, se podría hacer algo más que mirar las cifras y fingir que se lamenta lo que ocurre. El movimiento se demuestra andando, y eso lo sabe bien este gobierno, que en cien días ha sido capaz de que la CEOE alcance las más altas cotas de felicidad y hoy se encuentre en el paraíso.
Salud y República
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