SATANIZANDO A BILDU… Y A LO QUE VENGA
Hace más de 40 años, en el año 1970, el director de cine italiano Elio Petri (Roma, 1929 – 1982) dirigió una película nada convencional, cuyo argumento giraba en torno a la problemática de la autoridad política, pero contemplada desde una óptica igualmente única.
El autor de una obra tan redonda como La Clase obrera va al paraíso, dedicó esta Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, a estudiar por qué los miembros de las llamadas fuerzas de seguridad del estado, suelen gozar de una impunidad y trato favorable desde que salen de las academias, incluso tras haber cometido asesinatos, torturas, atentados o estafas (¡manda huevos, Borbón!), en cuyo caso se solicita (eufemismo de ordeno y mando) al periodismo patrio, siempre atento a los deseos de un presidente, rey o primer ministro, que los medios de comunicación desarrollen la correspondiente campaña defendiendo la presunción de inocencia del servidor cazado.
El argumento parte de un hecho más que original: Un jefe de los servicios de Policía asesina a un ciudadano para saber hasta qué punto puede llegar su impunidad. Por más esfuerzos que hace para ser condenado, desde las cloacas del estado se despliegan todo tipo de argucias, con tal de salvar a su funcionario. Algo que Felipe González conoce mejor que nadie. Como hoy Alfredo Rubalcaba.
Cuando desde Interior, Exterior, Televisiones, Radios, Agujeros Negros y otras iglesias, se magnifica un tiroteo en la vecina Francia para condenar un rechazo, exigir rasgado de túnicas y alaridos en do mayor, la película de Petri aparece en la pantalla del cielo más actual que nunca, cuando para colmo de males las listas electorales del PPSOE se llenan de suciedad y mugre, con la inclusión de hombres, mujeres, nombres y apellidos, de ciudadanos/as involucrados en toda clase de delitos. Es muy sencillo ver la mancha en la casa ajena y no la mierda en la propia, ¿verdad, señores Rajoy y Zapatero?
Quienes blasonan de manos limpias y corazón contrito, cuando en realidad no han sido capaces de lavar la sangre del terrorismo de estado, ni recoger la sembrada por el franquismo, uno sigue en el tonel, leyendo a Voltaire o a Noam Chomski, a Belén Gopegui, Santiago Alba o Pascual Serrano, en la seguridad de que terminará el día sabiendo una cosa más: Que en un supuesto estado de derecho, se niegan los más elementales a quienes aún no han cometido otro delito que ejercitar su derecho a pensar.
Koldo Campos Sagaseta, tan agudo como perspicaz, tan certero como breve, ha dejado este artículo en nuestra hermana www.rebelion.org, que no me resisto a publicar. Disfruta, amigo/a lector/a
Cronopiando
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