Balza en su departamento de Recoleta. De fondo, medallas y el retrato de su esposa, fallecida hace tres años.
Entrevistas / Después de 30 años, el general Martín Balza revive los momentos más dramáticos del conflicto de Malvinas. Identifica héroes y traidores. Elogia el Informe Rattenbach. Y le responde a Videla.
Por Andrés Fidanza
Hay un sonido de Malvinas que Martín Antonio Balza nunca olvida: "los sapucai de mis soldados litoraleños en el fragor del combate". A los 47 años, Balza ya era teniente coronel y, sin estar de acuerdo con la invasión argentina, llegó a las islas como jefe de una brigada de artillería. A 30 años de la guerra en la que estuvo a unos diez metros de la muerte, su evocación es emocional e intelectual a la vez, porque Balza divide radicalmente entre los soldados y los que armaron el conflicto con Gran Bretaña "con el fin bastardo de prolongar la dictadura". Después, ya en los ‘90, Balza se volvió jefe del Ejército durante ocho años, en los que redujo a cañonazos una sublevación carapintada y también concretó –en vivo y directo por el programa de Bernardo Neustadt– la primera autocrítica profunda de las Fuerzas Armadas por su papel en la última dictadura. Un gesto que le ganó la simpatía ideológica de los Kirchner y el resentimiento redondo de los militares vinculados a la represión ilegal. El mismísimo Jorge Rafael Videla lo llamó recientemente, en su entrevista con Cambio 16, "trepador". Ahora, a los 77, mientras cambia el cargo de embajador en Colombia por el de jefe diplomático en Costa Rica, Balza conversa expansivamente con Newsweek; revive su experiencia malvinera, hecha de héroes, enemigos y traidores; revela la trama de su famosa autocrítica (ignorada por el ex presidente Carlos Menem); responde al "genocida" Videla y promete que el Ejército es mucho más que una "élite criminal".
A 30 años de la guerra, ¿qué revela el informe Rattenbach?
Es el documento más serio y objetivo que se ha escrito sobre Malvinas. Declararon decenas de actores para su realización. Entre ellos, yo, que pude hablar mucho con Rattenbach. Ahora algunos dicen que ya todos conocían el informe, pero es falso, no todos lo conocían. Por eso me parece más que oportuna su difusión por parte de la presidenta, aunque la minimicen por una cuestión ideológica.
¿Y qué pone en evidencia el informe?
La incapacidad, ineptitud, impericia y falta de profesionalismo de quienes tuvieron responsabilidad estratégica en lo nacional y lo militar. Con lo nacional me refiero a la junta militar y el canciller Nicanor Costa Méndez. En lo militar, uno de los máximos culpables fue el vicealmirante Juan José Lombardo. Y hay otro nivel: el táctico, referido a la zona de combate de Malvinas. Ahí, aunque suela pasar desapercibido, Rattenbach destaca el comportamiento meritorio de varias unidades. Por ejemplo, en la defensa de Puerto Argentino.
Si bien terminó siendo muy crítico, el informe fue encargado por el propio Gobierno militar. ¿Por qué piensa que lo hizo?
No sé. No podían desconocer quién era Rattenbach, que al margen fue el único de la comisión que renunció a la paga. Posiblemente quisieron que se investigara algo para no investigar nada: gatopardismo, digamos. Pero les salió el tiro por la culata, y entonces lo volvieron secreto.
Tampoco tuvo consecuencias judiciales.
La comisión era un símil CONADEP, en cuanto a que no juzgaba: hizo una evaluación y entregó el informe a los órganos jurisdiccionales. Ahí, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas condenó solamente a los tres más conocidos, los integrantes de la Junta, Galtieri, Anaya y Lami Dozo. Pero no tienen en cuenta lo que Rattenbach dice de Menéndez o Lombardo. Y yo me pregunto: ¿Costa Méndez tampoco tuvo responsabilidades?
En plena guerra, ¿en qué cosas se veía que la guerra era una "aventura militar", tal como afirma el informe?
Hubo brigadas, como una que dependía de (Cristino) Nicolaides, que fueron sin el equipamiento necesario. Otro ejemplo: el estrecho de San Carlos no se minó porque decían que los ingleses nunca iban a meter la flota en un estrecho, a pesar de que había información que decía lo contrario. Hubo ineptitud y todos mantuvieron el grado: Galtieri fue enterrado con grados militares.
¿Presenció torturas o malos tratos injustificados?
No me consta, pero tampoco pongo en duda que los haya habido. Yo tuve gran respeto por mi unidad. Hace poco escuché a un soldado judío denunciar que le habían hecho atrocidades por ser judío. Algo tétrico que debería ser investigado. Pero ojo: la mayoría de los que fuimos no estuvimos comprometidos con el terrorismo de Estado ni cometimos malos tratos. Incluso se combatió con un alto grado de respeto por las normas morales, a diferencia de lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial y lo que pasa en Irak y Afganistán.
¿Tuvo muertos en su unidad?
Tuvo 25 heridos: 13 oficiales y suboficiales, y 12 soldados. Hubo 2 muertos, pero ningún soldado. Traje de vuelta al continente a los más de 200 litoraleños que había llevado. Y en las islas nos moríamos de frío, pero todos por igual, salvo [el ex gobernador de Malvinas, Mario Benjamín] Menéndez, que tenía un abrigo especial. Porque si un soldado ve que uno tiene el mismo abrigo y comida que él, ahí se ejerce el liderazgo.
¿Y cuál fue la situación más dramática que vivió?
El 13 de junio, el día en que cumplía 47 años, mientras la preocupación mayoritaria en la Argentina era que la Selección perdía con Bélgica, a nosotros nos bombardeaba fuertemente la contraartillería inglesa. Logré meterme en un pozo con el médico, que me dijo que el cabo Quispe estaba por ahí. Voy y lo doy vuelta: sangraba por la nariz, la boca y los oídos. Estaba muerto por la onda expansiva de los misiles. Dios me dio 30 años más de vida por apenas diez metros.
¿Se vuelve a sentir lo que se siente en la guerra?
No, jamás. No se puede hablar de la guerra por lo que se ve por TV. La guerra es una tragedia tremenda. Ahí se ve el egoísmo y la solidaridad de compartir un cacho de pan; hay heroísmo y miserias, pero es una miseria para todos por igual. Lo fue para nosotros y para los ingleses. ¿Quién puede reemplazar a los que murieron? Nadie odia más la guerra que quien la conoció.
¿Qué cosa no se olvida más de Malvinas?
Hay tres cosas que nunca me olvido: las voces juveniles y las risas, ese trato amistoso entre los soldados, cuando se decían: "Mirá a este pelotudo". Y otra más: los sapucais de mis soldados litoraleños en el fragor del combate. Por eso creo que hay que ocuparse más de aquellos que lucharon y murieron, mientras estos genocidas iban a la guerra con el fin bastardo de prolongar la dictadura. Unos se disfrazaron de patriotismo y de honor, mientras los soldados actuaron guiados por un genuino sentido de patria.
¿Qué opina del actual reclamo de reconocimiento de los combatientes que estuvieron en el continente y no fueron a las islas?
Yo nunca comprendí que si en Malvinas fuimos 14.000, en 1999 el número era de 24.000. Eso merece una comisión que estudie quiénes son realmente veteranos.
¿Fue la misma experiencia estar en las islas que en el continente?
No, absolutamente no. En el continente no hubo ninguna acción bélica, y en las islas estábamos sometidos día y noche a las bombas.
Fueron muy comunes entre los veteranos los casos de estrés postraumático. ¿Tuvo algún problema psicológico después de la guerra?
No lo podría decir, porque si me hubiera sometido a un estudio quizás no llegaba a jefe del Ejército, ni ahora a embajador.
¿Cuándo se enteró de la ocupación argentina de las islas?
El mismo 2 de abril, cuando llegué a mi unidad de Paso de los Libres. Lo habían escuchado por la radio y me lo contaron. Y hasta el 7 no sabía si iba a Malvinas. El 9 salí con cañones y personal, y cuando llegamos a Bahía Blanca tuve que comprar de mi bolsillo las pilas y los alimentos enlatados. El 13 llegué a Malvinas.
¿Cómo siguió esa etapa de negociaciones diplomáticas?
Eran negociaciones inconducentes. ¿Alguien podía dudar que Estados Unidos no iba a ser neutral, como apreciaron estos incompetentes de Galtieri y Costa Méndez? Sus dos supuestos eran que Gran Bretaña no iba a reaccionar y que Estados Unidos iba a ser neutral. Pensar eso era desconocer la historia.
¿Es cierto que antes de la guerra la Argentina estaba cerca de negociar la soberanía?
Nunca Inglaterra quiso negociarla seriamente.
¿Y ahora, la Argentina está cerca de recuperar la soberanía?
Estamos en una posición óptima para iniciar un diálogo serio, en contraste con la recuperación que intentó una junta militar genocida y desprestigiada en el mundo. Ahora, en democracia desde hace 30 años, con aval de la ONU y tal como dijo nuestra presidenta: nuestro país va a respetar los intereses y forma de vida isleños, pero no sus deseos.
Cuando terminó la guerra, ¿lo retuvieron como prisionero?
Un mes en San Carlos. Mi número de prisionero de guerra era 344. Me llevaron en un helicóptero que tenía dos bombas incrustadas sin explotar. Después nos llevaron a Puerto Madryn.
Y en la vuelta a Paso de los Libres, ¿vivió la "desmalvinización"?
Sí. Volví, fui a mi unidad y a mis soldados los habían echado sin la asistencia psicofísica indispensable. Escondieron y humillaron a los soldados: los privaron de la recepción en Puerto Madryn. Nosotros éramos la expresión de su ineptitud.
¿Fue algo premeditado?
Claro. La "desmalvinización" la inicia el Gobierno militar. Luego, en el período de Raúl Alfonsín, se continuó con cierta indiferencia. El doctor Alfonsín y Rodolfo Terragno nos reconocieron, pero el Gobierno en sí relacionaba Malvinas con la Junta Militar: un error, porque la mayoría no peleamos por Galtieri. Menem después construyó un cenotafio, que fue importante porque al menos nos dio un lugar. Pero el que más reconoció a los soldados fue sin duda Néstor Kirchner: aumentó las pensiones, lo que fue una medida concreta y no una simple gacetilla. Y la política de derechos sirvió para separar la paja del trigo, porque si no somos todos genocidas.
Además del 30° aniversario de Malvinas, en abril se cumplen 17 años desde que hizo en el programa de TV de Bernardo Neustadt la primera autocrítica profunda de las Fuerzas Armadas por su papel en la última dictadura. ¿Es cierto que Carlos Menem no estaba al tanto?
Sí. Fue una iniciativa del Ejército Argentino sin ningún condicionamiento del poder político. Yo lo iba a decir más adelante en un acto, pero decidí adelantarme porque en ese momento se estaba hablando mucho de un crimen de la dictadura.
¿Por qué en "Tiempo Nuevo", el programa de Neustadt?
No porque fuera mi amigo. Yo había hablado con un coronel y dos personas más sobre lo que iba a decir, pero no sabía dónde, y mi jefe de prensa arregló para hacerlo ahí.
¿Neustadt sabía?
Tampoco. Él anunció esa tarde por la radio que yo iba de invitado y que tenía cosas importantes para decir, pero no tenía idea de qué. Y entonces me llamó [el entonces ministro del Interior] Carlos Corach, quien no era mi superior, para saber qué era. Le dije que cuando lo tuviera listo le mandaba un fax, que todavía debe estar esperando.
¿Qué le diría a un chico de 15 años que está pensando en seguir la carrera militar?
Que a mediados de 1951, yo no tenía antecedentes militares e iba a estudiar Abogacía. Pero no sé por qué me metí en la carrera militar, y tuve una educación que me dio grandes satisfacciones.
¿Cuál es el rol actual de las Fuerzas Armadas?
¿Y cuál es el de los Ejércitos sueco, alemán o francés? No es para que pelee Francia con Alemania de nuevo.
¿Entonces?
Es la ultima ratio del monopolio de la fuerza legal. Además, están las misiones de paz para impedir la guerra. Hay un contexto cultural, económico y geopolítico que hace que no existan hipótesis de guerra, pero sí hay una estrategia defensiva.
¿Por qué?
Porque ahí está la Patagonia y el litoral marítimo, que hay que proteger.
Hoy día, ¿están desprestigiadas las Fuerzas Armadas?
Creo que no, que el daño que hizo la dictadura ya ha sido superado. Ya pasaron muchos años. Ya no es la institución ni están los hombres que hicieron esas tropelías. El Ejército es muchísimo más que una élite criminal, que encima nunca se arrepintió. Al contrario, Videla hoy resalta lo que hizo. Y yo digo, ¿los desaparecidos cómo desaparecieron? ¿Y los torturados?
En una reciente entrevista, Jorge Rafael Videla lo acusó de trepador y de haberse vendido al enemigo.
Sí, lo vi, pero no merece ningún comentario. Ni me detengo en eso. Videla es un genocida juzgado por la Justicia y condenado moralmente. Demasiado daño ya hizo a la sociedad para que importe el que me pueda hacer a mí.
Dijo que usted le escribió una carta de apoyo y solidaridad.
¡Qué le voy a escribir yo a Videla! Videla es un hombre mucho más viejo, más antiguo, y nunca fue mi jefe ni mi amigo. Me dice "traidor", pero yo juré defender la Constitución, no juré lealtad a Videla. Ellos fueron los que traicionaron la tradición republicana que tuvo el Ejército. La historia ya va a ubicar a Videla en su justa dimensión.
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