jueves, 14 de abril de 2011

Los soldados de Cristo rey, a la carga.



El pasado lunes, el alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón, en plena campaña de las elecciones burguesas, decía que no iba a permitir una procesión atea "por el espíritu de tolerancia de Madrid". Además, añadía que Madrid "es una ciudad abierta, tolerante e integradora". Ya lo vemos señor Gallardón, si, si.

Hoy, la asociación ultra de tintes fascistas HazteOir ha denunciado a varias asociaciones laicas acusándolas de delitos de provocación al odio, contra el sentimiento religioso, y genocidio entre otros (si, si, genocidio, como lo oyen).

http://www.publico.es/espana/371111/querella-criminal-contra-los-convocantes-de-la-procesion-atea
http://www.publico.es/espana/370791/gallardon-prohibira-una-procesion-atea-por-el-espiritu-de-tolerancia-de-madrid

La verdad, es que después de ver estos sucesos, uno ya no sabe si delira o que.
Resulta que ahora nos acusan de intolerancia y ¡genocidio! aquellos que regaron de sangre la tierra con la Inquisición, aquellos que acabaron con la legitimidad de la II República, apoyando y siendo la mano derecha de las ordas fascistas, y aquellos que raptan y violan niños, cuales asquerosos degenerados.

Esto señores, huele a fascismo que tira para atrás.

Lo hicieron en el treinta y seis, lo han hecho siempre, y no dudaran en volver a darse la mano (si es que han dejado de andar juntos claro) con los fascismos más asesinos y despiadados, con tal de pisotear cualquier chispa de progreso y avance en este jodido mundo.




No queremos atacar los sentimientos religiosos de nadie. Aunque nosotros no los abriguemos, los respetamos en quienes los sientas de buena fe. Lo que no queremos es que se abuse de esos sentimientos como arma de opresión. No queremos que se utilice el banderín religioso como pantalla de explotación: el que quiera rezar, que rece; el que quiera escuchar un sermón, que los escuche; nosotros no trataremos de impedírselo; pero, queremos ante todo, que el parado coma.
No consentiremos que las iglesias sean enormes concentraciones de riqueza, mientras los parados se mueren de hambre.
José  Díaz

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