miércoles, 10 de noviembre de 2010

Las ciudades-reserva de Chiapas.

Hermann Bellinhausen / Periodista y escritor mexicano
Martes 9 de noviembre de 2010.  Número 136
El proyecto de Ciudades Rurales Sustentables, que el Gobierno aplica en Chiapas amparado en los Objetivos del Milenio de la ONU, cumple una función en la contrainsurgencia que se desarrolla en las comunidades indígenas del sureste mexicano hace ya tres lustros, para desarticularlas y expulsarlas de sus territorios. La intención es doblegar la rebelión iniciada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994, y despoblar las tierras ancestrales de los mayas.
La voracidad neoliberal por los territorios indígenas no sólo acecha a Chiapas; se extiende a lo largo y ancho del país. El proyecto es saludado como pionero por funcionarios de otros Estados, que ven en las ciudades rurales de Chiapas no un experimento, sino un modelo a seguir. Impulsado por las Naciones Unidas, bajo directrices del Banco Mundial, se ha implementado en Guatemala y Brasil para concentrar a la población rural, destruir los tejidos comunitarios y abrir paso a inversores que aprovechan los territorios. En ambos casos ha servido de antesala a la migración de varias familias.
Se argumenta combatir la ‘dispersión’ de las comunidades, que es precisamente lo que caracteriza a la civilización indígena mesoamericana. Los núcleos urbanos no son lo suyo, pero ahora, para “darles todos los servicios” (agua potable, electricidad), se les concentra en locaciones que reinventan las “reservaciones” o reservas clásicas. La terminología cambió: hasta el siglo XIX, se hablaba de reducir a los pueblos indios. Después la modernidad se propuso integrarlos. El neoliberalismo, más impaciente, quiere concentrarlos.
En Chiapas ya ha cumplido un año la ciudad rural de San Juan Grijalva, y quedó terminada la de Santiago El Pinar, en la montaña tzotzil, a 39 kilómetros de San Cristóbal de las Casas. Es vecina del Caracol de Oventik, sede de la junta de buen gobierno del territorio autónomo de los Altos de Chiapas, compuesto por siete municipios rebeldes.
“Enemigos de la paz”
Un argumento del proyecto de ciudad rural es que El Pinar posee un bajísimo índice de desarrollo humano, aunque fuera tiempo atrás un centro de contransurgencia y control militar contra los pueblos zapatistas. Declarado municipio en 1998 por el Gobierno, que lo separó de San Andrés Larrainzar (llamado Sakamch’en de los Pobres por los zapatistas), ya era un enclave militar y paramilitar aún antes de la masacre de Acteal (1997), que tuvo lugar en el vecino municipio de Chenalhó (para los zapatistas Polhó). Hoy El Pinar es “el más pobre”. La sumisión institucional de aquellos tiempos hace que no deba resultarnos extraño que se pretenda construir una ciudad rural en Chenalhó.
El Gobierno estatal lo niega y llama “enemigos de la paz” a quienes insisten en denunciarlo: la parroquia progresista, las comunidades eclesiales de base y organizaciones civiles como La Abejas, víctimas de la masacre de Acteal y adherentes a la Otra Campaña del EZLN: con las ciudades rurales, presuntamente diseñadas para erradicar la pobreza. Como señalaban Las Abejas semanas atrás, “ahora no nos dicen esclavos pero igual es para hacernos trabajar en su Proyecto Mesoamérica, en sus minas, maquiladoras y plantaciones”. El Gobierno “ya no quiere que sembremos la milpa y otros alimentos ancestrales, sino palma africana y pino piñonero”, denuncian Las Abejas. “Con la milpa y el frijol nos alimentamos; palmas y piñones producen biocombustible para alimentar a los carros. El mal gobierno no informa de la verdad y mucho menos nos consulta como pueblo”.
La creación de estos “polos” es promovida por empresas de gran calado, reinas en el universo consumista: Televisión Azteca, Elektra, Telcel, Coppel, una cadena de tiendas, los mayores consorcios de pinturas y cemento, etc. En Santiago El Pinar, los pobladores de Nachón, Pechultón, Ninamhó y Pushilhó vivirán en adelante sobre laderas escarpadas, en palafitos de cemento de colores, más pequeños que sus solares originales y lejos de la milpa. Pisos de triplay en una serranía húmeda. Los rodean cercas o quebradas.
ROMPER LA MEMORIA HISTÓRICA DE LAS COMUNIDADES INDÍGENAS
D. LECHÓN/CHIAPAS (MÉXICO)
“Mucha publicidad pero poca información”. Este lema aparecía sobre las Casas Rurales Sustentables en un documento de la parroquia de San Pedro Chenalhó, en los Altos de Chiapas, donde corre el rumor de que se construirá una de estas modernas reservas indias. En ese documento se dice: hace unos 500 años, los españoles que llegaron en busca de oro también reubicaron a la población indígena diciendo, como Sabines, que era más fácil atender a varias poblaciones que se juntaran en un solo lugar. Estas poblaciones se llamaban reducciones”. Este reordenamiento territorial, como lo llaman, significa: aculturización para convertir al consumo occidental a las poblaciones indígenas; alejamiento de los campesinos de sus tierras para la “reconversión productiva” dedicada al cultivo de agrocombustibles o la venta de bonos de carbono o para desarrollar minas, presas hidroelécticas e infraestructuras turísticas. Es decir, dependencia de trabajos precarios para multinacionales. Esta estrategia también se utilizó en las guerras de Vietnam (Aldeas Estratégicas) o en Guatemala (Aldeas Modelo).
 

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