He visto en el telediario y
en este medio que se ha confirmado que Ortega Cano, conducía ebrio, con una tasa de alcohol de 1,26, cuando la permitida es de 0,50.
La verdad es que me importa un pito y no sigo la vida privada de ninguno de estos famosillos que viven a costa de lo que fueron o de tener o haber tenido relaciones con otros u otras famosas.
Nunca he sido asiduo a lo rosa, es más, lo detesto. Sin embargo, me parece intolerable que la guardia civil, la justicia, los medios de comunicación y el sursum corda actúe de forma diferente ante delitos similares, dependiendo de quien los cometa. Desde luego, no estaría hablando de este tema si el tal Ortega Cano, debido a su imprudencia y a su borrachera, se hubiera salido de la carretera y se hubiera dado una buena castaña, sin implicar a nadie. Me la trae al pairo.
Lo que ocurre es que, por desgracia, mientras este señoritingo iba hace un mes con un coche potente, un mercedes todo-terreno (de los que si te roza, te destroza tu coche), conduciendo borracho y con exceso de velocidad, se pasa al carril contrario, y mira tú por donde, iba un ciudadano normal, Carlos Parra, que conducía tranquilamente un simple Seat Altea y que pretendía ir a su trabajo. Como resultado de la conducción temeraria, ilegal y canallesca del “famosillo”, resulta muerto. (Fíjense
en esta noticia de El País, en donde por todos lados aparece la palabra accidente y el nombre del torero, su gravedad, mientras apenas se menciona que ha habido un muerto en el percance, del que sólo se dice la edad y ni tan siquiera, este digno periódico, es capaz de citar su nombre).
Es tremendo ver que la Guardia Civil achaca al accidente tres posibles causas: una distracción, falta de pericia o exceso de velocidad. En ningún caso habla del posible estado ebrio del conductor, es más, no le hacen, inexplicablemente el test de alcoholemia.
Posteriormente, a pesar de que
un miembro de la familia había visto a Ortega Cano beber por distintos bares del lugar, esta información queda sepultada en el olvido. Es más, a los nueve días la guardia civil, en el primer atestado,
no determina como la causa, ni la velocidad ni el consumo de alcohol. A los doce días, la fiscalía de seguridad vial “maneja
la tesis” de que el torero no iba bebido.
Y ahora de confirmarse la noticia, nos encontramos con que se ha descubierto el pastel y de que el torero famoso iba “colocado” y ha matado a una persona. Y claro, después de ver el recorrido de la noticia durante este mes, me surgen distintas preguntas:
¿Por qué la guardia civil no hizo, inmediatamente, el test de alcoholemia, cuando se produjo el accidente?
¿Por qué han tardado casi un mes en confirmar que conducía borracho?
¿Por qué no hicieron caso al cuñado del fallecido, Carlos Parra, que vio bebiendo al torero en varios bares, e investigaron inmediatamente?
¿Por qué el fiscal, sin tener conclusiones, defiende al conductor asesino y dice que no iba ebrio el 14 de junio?
¿Qué intereses hay para haber intentado tapar, como simple conducción temeraria debido a la velocidad, una tasa de alcohol de casi tres veces la permitida?
Preguntas que no habría que hacer si el causante del accidente hubiera sido José García, por poner un ejemplo.
Y ahora, por aquello de tratar de simular otra hipótesis, la contraria, supongamos que un conductor borracho y con exceso de velocidad arremete contra el coche de Ortega Cano y le mata. ¿Cómo hubiera reaccionado la prensa, los amigos, la guardia civil, el fiscal y la camarilla de aduladores de famosos existentes? Hubieran, sin duda, machacado al otro conductor, hubieran pedido justicia, le hubieran deseado lo peor, hubiera sido portada de todos los periódicos y telediarios. Se hubiera sabido en el momento que iba borracho, porque le hubieran hecho el test de alcoholemia inmediatamente. Pero claro, la historia ha sido al revés y no tiene importancia, o sólo un poco, al fin y al cabo, el muerto sólo era gente corriente.
Basta ya de proteger a la gente poderosa, a los ricos, a los famosos. Porque mientras la guardia civil callaba, el fiscal negaba, los medios invisibilizaban al fallecido y hablaban de la gravedad del personaje, se ha enterrado a una persona, que podría ser cualquiera de nosotros, que cometió el delito de encontrarse con un juerguista desgraciado y borrachín a esas horas en la carretera. ¿Quién va a sustituir a ese marido, a ese padre, a ese amigo?
Ortega Cano pagará una multa, saldrá de ésta, se irá de rositas y este acontecimiento quedará como una anécdota de su vida llena de aventuras. Y, mientras tanto, la familia de Carlos Parra ha quedado mutilada de por vida, porque es necesario que los famosillos tengan sus juergas, aunque, ¡que le vamos a hacer!, esto acarree algún percance. ¡Mala suerte!
Mi desprecio más absoluto a este personaje matón y mi solidaridad con la familia del fallecido.
Salud y República