miércoles, 7 de diciembre de 2011

Que me juzguen en Madrid.


Cuando se cerró el TOP franquista se abrió en su misma ubicación (y mediante el mismo Decreto-Ley) la Audiencia Nacional, un tribunal que tenía por misión juzgar aquellos delitos cuya ubicación fuera difusa pero sobre todo determinados delitos cuya ubicación fuera perfectamente clara pero que eran delitos cuya naturaleza permitía pensar que las presiones sobre el juez  natural (el más cercano geográficamente) dificultasen extraordinariamente que el juicio fuera justo: terrorismo y narcotráfico (y recientemente las descargas en la web, ley Sinde mediate). La Audiencia Nacional se justificó como tribunal al que el entorno del criminal tuviera imposible presionar. Siendo así, ningún delincuente querría ser juzgado por la Audiencia Nacional pues este sería un tribunal blindado mientras que el juez local podría ser más receptivo.
Curiosamente no ha sido así recientemente. Según ha ido avanzando en su investigación sobre el caso Palma Arena el juez Castro ha ido encontrando la ausencia de muchos cientos de miles de euros que aparentemente habrían acabado en los bolsillos de Urdangarin y señora. La envergadura y las altísimas implicaciones del caso haría más que razonable pensar que las presiones a las que esté sometido el juez Castro, en su juzgado balear, sean de las más altas posibles. Y que en tal caso lo último que desearía Matas (pues Urdangarin sólo quiere que se aclare todo para poder defender su “honorabilidad e inocencia“) es que la instrucción se trasladara a la Audiencia Nacional, tan blindada que sería imposible ejercer tales presiones. Que se quede en Baleares, pensará el presunto Honorable, que un juezucho de aquí no podrá soportar la que le va a caer desde Zarzuela para abajo.
Pues no. Lo que ha pedido Matas es que se aleje el sumario de un juzgado tan vulnerable y que vaya a la Audiencia Nacional. La Fiscalía Anticorrupción lo ha rechazado explicando que Matas no detalla los motivos jurídicos que justificarían que se lleven lo suyo a la calle Génova (que allí está la Audiencia Nacional: entre la sede del PP y la casa donde nació José Antonio Primo de Rivera), que más parece un caprichito personal.
¿Por qué querría nadie ser juzgado por la Audiencia Nacional? Uno sospecha que Matas interpreta que en realidad la Audiencia Nacional es más permeable, con alguna señalada excepción, a las razones de Estado que otros tribunales, muy evidentemente que el juez Castro. Si hay que encontrar un oportuno defecto de forma o elaborar una nueva doctrinaad hoc (más cercana en este caso a la doctrina Botín que a la doctrina Parot) o incluso hallar una agradable prescripción, parece claro que Matas ve más fácil conseguirlo en el entorno de la Plaza de las Salesas (Tribunal Supremo, Audiencia Nacional y CGPJ) que en el entorno de Marivent.
Y así, de un plumazo, nos encontramos que un presunto desmiente la justificación que se dio a la creación de la Audiencia Nacional: parece claro que hay delincuentes que ven más fácil presionar en Madrid que a su juez natural especialmente cuando el caso es susceptible de las presiones más insoportables: las de aquel en cuyo nombre se firmará la sentencia.
http://blogs.tercerainformacion.es/iiirepublica/2011/12/07/que-me-juzguen-en-madrid/#more-7325

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