- EN OTRO TIEMPO, VOLTAIRE LE HUBIERA DADO UN PAR DE HOSTIAS
Ayer, el su eminencia el cardenal francés Vingt-Trois, utilizó todo el peso de su influencia como arzobispo de París y presidente de la Conferencia Episcopal, para atraer la atención de los ciudadanos en el curso de los debates parlamentarios sobre la revisión de las leyes de la bioética.
Según el santo varón, que ha ocultado decenas de casos de pedofilia, esas normas no van en la dirección correcta. Teme que la difusión sistemática de un diagnóstico prenatal, se convierta de hecho en una suerte de “eugenesia de Estado”, que eliminaría el riesgo de que nacieran criaturas con alto riesgo de discapacidad, al tiempo que rechaza cualquier posibilidad de investigación médica con embriones humanos.
El ilustrísimo cardenal prefiere impedir que los futuros padres conozcan si van o no a tener un hijo con serias dificultades físicas o mentales.
El propósito de la batalla de Bioética es concreta: evitar el sufrimiento al ser que va a nacer y a quienes se responsabilizarán en el futuro de su educación y cuidado.
Nadie, hasta ahora, ha encontrado la receta adecuada para hablar de este tema con sencillez y claridad al público. El nombre mismo de “bioética” pone en guardia a los más pusilánimes.
¿Por qué? Hay una cierta pereza intelectual a la hora de comprender un asunto tan crucial, con toda su presunta complejidad, incluso si este se definiera como “ética de la investigación médica”, que sería algo más extenso, aunque más comprensible para el ciudadano medio.
- LA PRENSA DE SARKOZY SE MOFA DE LA BIOÉTICA
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