Es tristemente cierto que en determinadas “culturas” las mujeres están situadas muchos escalones por debajo de los hombre. Pero a veces esta desigualdad adquiere tintes verdaderamente dramáticos.
Hace unos días un paquistaní, Arif Mubashir, asesinó a sus 6 hijas delante del resto de los miembros de su familia. El grave crimen cometido, la sospecha de que dos de ellas, Sameena, de 14 años, y Razia, de 16, tenían relaciones sentimentales con chicos del barrio. El crimen de las otras cuatro saberlo y no haberlas denunciado ante el salvaje padre.
Esto es solo un frio y salvaje crimen. Uno más de los muchos que se comenten en Paquistán todos los años (697 en 2009) y que la inmensa mayoría de las veces quedan impunes porque unas legislaciones permisibles y justificativas de estos crímenes de honor hacen que los culpables reciban castigos meramente simbólicos. Y también ante la mirada impasible de la comunidad internacional que considera estos crímenes como “problemas caseros” y no se presiona a los gobiernos de esos países para que erradiquen esas prácticas salvajes.
En demasiadas ocasiones se es permisible o se mira hacia otro lado ante estos y otros atroces crimines que se amparan bajo la excusa de rancias tradiciones “culturales” o determinadas practicas religiosas. Es una error hacer la vista gorda hacia estos barbaros actos, bajo la hipócrita actitud del respeto a la diversidad cultural o religiosa.
Salud, República y Socialismo.
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