martes, 26 de julio de 2011

Yo no soy racista, pero...













Cuántas veces hemos oído esta frase, entre todo tipo de gente, incluso algunos que se declaran de izquierdas.
Detrás está el desprecio, o el odio a veces, a los pobres de otras etnias (a los jeques árabes se les trata diferente, que a los que vienen en patera). Se pretende razonar con argumentos del estilo “Nos quitan el trabajo”, “Les dan pisos de protección más fácil que a los de aquí”, o “Colapsan la Seguridad Social”. No me voy a entretener en desmontar estas falsedades. Se trata de denunciar que estos razonamientos están fomentados por la extrema derecha desde sus medios de comunicación y sus contertulios, e incluso por los poderes económicos.Es una táctica muy vieja desviar la culpa de la crisis y del paro de sus causantes: banqueros, empresarios, políticos neoliberales. El nazismo lo hizo con los judíos. Ahora el odio se traslada sobre todo contra el islam, en parte por sus propios fundamentalistas, pero también por intereses estratégicos del imperialismo, como la guerra de Irak, o el interés del Estado terrorista de Israel. En el islam hay fundamentalistas, pero también hay revolucionarios y demócratas, como hemos visto en Túnez, Egipto etc..
En la “democrática” y cristianísima Europa, aparecen partidos amparados en la xenofobia, que alcanzan porcentajes de voto importantes. Y hay otros, derecha y socialdemócratas, que por no perder votos, hacen leyes contra la inmigración, que además de atentar contra los derechos humanos, alimenta esa ola de xenofobia. Los mismos que se apoderan de las materias primas de los países de origen de los inmigrantes, lo que conduce a éstos a la miseria y a tener que salir de su país para buscar un futuro mejor. Los mismos que les explotan aquí, pagándole sueldos de miseria, a veces en condiciones de semiesclavitud.
En España aparecen partidos racistas como en Cataluña o alcaldes del PP, como el de Badalona, con las mismas posiciones. A esta vergüenza se unen los medios de comunicación de la extrema derecha: ABC, la Razón, el Mundo, o claramente fascistas como la Cope, de la Iglesia Católica, o Inter economía.
Después de la fuerte crisis económica de 1929, apareció el nacionalsocialismo en Alemania, el fascismo italiano, y el nacional sindicalismo, o sea la Falange, en España. Era la respuesta del gran capital a la lucha de los trabajadores para no pagar la crisis. La mezcla de racismo, nacionalismo y populismo evitaba que el ejemplo de la Revolución Soviética se extendiera y pusiera en un brete al capitalismo. Y ese engaño caló entré grandes masas populares de estos países tan avanzados.
Hoy el fascismo, de momento, no viste camisas pardas o azules, porque no le hace falta. Los “mercados” van ganando la batalla. Pero ya aparecen cachorros inquietos, como el asesino de Noruega, con soluciones finales, imitando la locura de los campos de exterminio en Alemania, y de los fusilamientos masivos en  las cunetas en España. Por lo tanto que no se nos diga que es sólo la obra de un chiflado. Un chiflado en un país con un partido Xenófobo, que tiene más del 20% de votos. El terrorista era un cristiano fundamentalista, y hacemos muy bien en no generalizar ésta postura al cristianismo. ¿Si hubiera sido islamista fundamentalista, se hubiera hecho lo mismo?.

No hay que darles tregua. La lucha contra la xenofobia y el racismo, por los derechos humanos, por una democracia más avanzada y participativa, por tomar la economía en nuestras manos, es la solución preventiva para que no tengamos otra catástrofe como en los años 30 y 40 del siglo pasado.

Paco Jiménez. Del PCE-EPK y de IUN-NEB

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