Me permito violar las normas del buen gusto poético, dedicando unas décimas al compañero de Ángela Murillo, famoso por sus autos, tan lamentables y dañinos como los de Ortega Cano y Farruquito, ciudadanos por cierto responsables de muertes de inocentes, con quienes la ley parece ser caricia, mimo y arrumaco.
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