lunes, 22 de agosto de 2011

El Papa y el PP refundan el “nacionalcatolicismo”; Rubalcaba se esconde.

Si alguien conoce en España los secretos del Vaticano, sin duda es el periodista de La Vanguardia Enric Juliana. En su crónica del pasado domingo, en el diario de Barcelona, hace un repaso a la estrategia del Vaticano para domeñar a José Luis Rodríguez Zapatero y apunta con acierto la espantada de Alfredo Pérez Rubalcaba durante los días de la toma de Madrid por las tropas cívicas del Papa.
Hubo un tiempo en que los excesos de Rouco Varela eran la garantía del éxito del Gobierno socialista. Si Mariano Rajoy fue, durante la primera legislatura y media, el mejor valor de Zapatero, la Iglesia y la COPE le resolvieron la tecnología al PSOE para aglutinar a la izquierda desafecta con el socialismo de Zapatero. La amenaza del recuerdo del nacionalcatolicismo era aglutinadora de una izquierda que todavía no estaba desesperada. Eran los tiempos en los que los curas y los obispos, azuzados por Jaime Mayor Oreja y María San Gil, se echaban a la Castellana para repudiar al Gobierno junto a algunas asociaciones de víctimas del terrorismo.
Entonces Rubalcaba estaba dirigiendo la negociación con ETA mientras Jesús Eguiguren merendaba en Zumaya con Arnaldo Otegui, “un hombre de paz” en palabras del presidente del Gobierno socialista.  Aquellos desaciertos fueron tamizados por los indudables éxitos posteriores en la lucha antiterrorista del ministro Rubalcaba.
Las conquistas indiscutibles en derechos civiles –ley de matrimonios entre personas del mismo sexo, de interrupción del embarazo, de muerte digna- eran objetivos en sí mismo y también servían para exacerbar las posiciones conservadoras del PP y movilizar y radicalizar a la Iglesia española.
Hay que leer a Enric Jiuliana para entender la sibilina estrategia de este Papa que ha envuelto en apariencia de mesura un pensamiento muy conservador. Con perfil bajo y la colaboración de Ramón Jáuregui, la Iglesia Católica le ha metido una goleada a este gobierno que ha mandado al ministro portavoz, José Blanco, a  cuarenta grados a la sombra a la misa de Cuatro Vientos. Mientras, el Papa se permite despreciar las súplicas del ministro de la presidencia para buscar la reconversión del Valle de los Caídos en lugar de rencuentro y de concordia. ¿Alguien da más?

Las conquistas indudables en derechos civiles –ley de matrimonios entre personas del mismo sexo, de interrupción del embarazo, de muerte digna- eran objetivos en sí mismo y también servían para exacerbar las posiciones conservadoras del PP y movilizar y radicalizar a la Iglesia española.

La Ley de Memoria Histórica, que tanto recelo motivó en la Iglesia Católica española  no ha conseguido zanjar las huellas del golpe militar y la dictadura sino que ha perpetuado una memoria inacabada sin resarcir a las víctimas ni dar descanso a los humillados en  entierros insoportables que se tenían que haber reparado en seis meses. Pero una ley sin reglamento es una ley inaplicable.
Se han aparcado leyes importantes como la de Igualdad o de Libertad religiosa en una corrección de la estrategia laica de este gobierno que ha facilitado la triunfal concentración de los católicos en Madrid.
Rubalcaba no sabe como manejar esta dislexia de gobierno y equipo de Rubalcaba, porque también el segundo de a bordo del partido, José Blanco, no acaba de dibujar su papel entre La Moncloa y Ferraz. Mientras, los excesos policiales dejan fuera de juego al exministro de Interior y el candidato no encuentra su campaña.
Nunca un partido había manifestado tan claramente su voluntad de derrota electoral como este PSOE. Izquierda Unida intenta sacar la cabeza del agua, pero la marea de Extremadura promueve un duro oleaje en su contra.
Mientras, el otro desaparecido, Mariano Rajoy, que sólo ha salido de su escondite para una discreta y triunfal foto con el Papa, continúa con sus crucigrama de verano.

Nunca un partido había manifestado tan claramente su voluntad de derrota electoral como este PSOE. Izquierda Unida intenta sacar la cabeza del agua, pero la marea de Extremadura promueve un duro oleaje en su contra.

Sólo hay que dejar pasar el tiempo hasta el 20-N. La izquierda, movilizada sin prisas por las calles de España en este permanente 15-M,  hace su trabajo a largo plazo.  Zapatero prepara su jubilación y los ministros de Rajoy sacan brillo a sus carteras para el invierno. Y Rouco Varela, reconvertido a una supuesta moderación, canta los salmos de la victoria de la mano del Partido Popular. En el fondo, Benedicto XVI, Rouco Varela y Mariano Rajoy han reformulado el nacionalcatolicismo dándole una pátina de universalidad.

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