martes, 12 de julio de 2011

Es más peligroso un indigente que un fascista (por Alejandro Muñoz).

Abelardo Muñoz (L’informatiu)

Dedicado a la memoria de mi gran amigo desaparecido Emili Gisbert.

DEMOCRACIA VALENCIANA: PROHIBIR TV3 EN LA COMUNIDAD

Esta semana nos ha dado una buena noticia y otra mala, ambas relacionadas muy estrechamente entre sí. Comencemos con la buena: el gobierno ha desbloqueado la vía para que TV3 pueda verse en València.

Es de temer que el asunto tardará en llegar y los ciudadanos del País Perplex aguantaremos los rigores veraniegos con la habitual y actual oferta televisiva que consiste en un cincuenta por ciento de películas americanas malas y otro cincuenta por ciento de publicidad comercial depredadora de buenas costumbres.

Caracterizada por la instigación al gamberrismo juvenil, sea un espot de operadoras o de automóviles. Todo es cachondeo, la sana juventud ligeramente gamberra y totalmente analfabeta. Los tentáculos del mercado son como los del inteligente pulpo: pegajosos y letales; cefalópodo que, como es bien sabido, posee una inteligencia a muy pocos pasos de la del homo sapiens, y además respira bajo el agua.

La reciprocidad que supondrá lo de la tele tiene su chiste en Canal Nou; empresa ruinosa, televisión genuinamente mala y algunos de cuyos directivos, jubilados eso sí, parecen protagonistas de un video porno.

UN EXCELENTE LIBRO SOBRE EL NUEVO FASCISMO A LA VALENCIANA

La mala noticia remite a los sucesos acaecidos en las instalaciones de la FNAC en la presentación del libro del sociólogo Vicent Flor.

No se trata de repetir la secuencia de los hechos. Lamentables y propios de los tiempos oscuros de la Transición. Hay varios elementos que no me entran en la pelota en casos como este.

El primero es la actuación policial. La delegación del gobierno, socialista, niega la impunidad, cosa extraordinaria pues ubicado el comercio en cuestión en el mero centro de la ciudad, petado de patrullas, es escandaloso que se tardara media hora en acudir a ponerles las esposas, que no se las pusieron, a los fascistas de turno.

Las fuerzas policiales siguen tratando muy mal a los pobres y demasiado bien a los señorones fascistas de corbata y cohiba. Es normal que exista miedo a los energúmenos de la extrema derecha: fascio es sinónimo de violento, de agresor y, en el peor de los casos, de asesino.

La gente les tiene miedo pero no tanto como a los chicos de las coletas y piercings anti sistema; ahí sí que ves siempre a las furgonas azules rondando como si esperaran que en cualquier momento los indignados fueran a sacar pistolas. ¿Qué servicio de inteligencia tiene la señora Ana Botella para no caer en la cuenta del riego real de altercados en un acto como el de Flor?

PSICÓPATAS PELIGROSOS PROTEGIDOS POR CAMPS Y BARBERÁ

Pero las agresiones y violencias contra el acto de Flor (cuyo libro Noves glories a Espanya no tiene desperdicio y todo valenciano de pro debería adquirirlo en solidaridad con el autor y en protesta contra los nazis agresores) tienen otra pregunta.

¿Qué pasó con el servicio de seguridad de esos afamados grandes almacenes del ocio? No se le ocurra a usted birlar un CD porque le trincarán de inmediato. Y sin embargo, no parece que pudieran manejarse con soltura ante la prepotencia fascistoide de los líderes de tres formaciones locales que deberían estar ya ilegalizadas por la repetición continuada de sus actos de barbarie, contra las personas, contra la Universidad, contra la cultura.

Un buen fotógrafo del Levante EMV, publicó jetas y bigotes de los señores que todos conocemos. Sabemos quiénes son, conocemos de qué van y ahí siguen; con la cabeza bien alta como si les tuviésemos que pedir perdón.

No debe extrañar, empero, esta asquerosa impunidad con que actúan los fascistas valencianos y sus dirigentes; a fin de cuentas la constitución española permite presentarse a las elecciones a la Falange, partido político que, según dicen los historiadores, mató a muchísima gente a sangre fría en los años 30.

Pero la política del estado es esta: es más peligroso para los intereses de nuestro maravilloso sistema de parados e indigentes económicos, un drogota o un sirlero que un fascista. Y así hasta que nos hartemos de verdad.

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