Berna Gómez Edesa En las últimas décadas y en el ámbito vasco, cuesta recordar en el devenir de las problemáticas y luchas sociales una actuación de las instituciones del poder con tanto impacto social y mediático como lo acontecido estos días con Kukutza; quizá habría que remontarse al cierre del astillero Euskalduna.
No parecía a priori que el desalojo del gaztetxe de Rekalde fuera a tener esta repercusión. Las claves de ello podrían situarse en factores diversos que han convergido para hacer muy real el que, al final, ha resultado ser un acertadísimo eslogan de los últimos meses del movimiento juvenil en torno a este Gaztetxe: BilboxKukutza.
Por una parte está el trabajo fresco, plural, democrático, abierto, comprometido con el barrio y con los valores más humanos que una sociedad puede reivindicar, desarrollados por colectivos y personas que se han movido y se mueven en kukutza, creando consecuentemente un amplio grado de aceptación y respaldo en el propio Barrio y amplios lazos de simpatía y comunicación en otros círculos más alejados, pero conscientes del valor que para una sociedad plural e integradora suponía la experiencia Kukutza. Ejemplos no faltan, desde apoyos de una amplio espectro del mundo de la cultura, asociaciones vecinales, de ocio, culturales y deportivas de toda índole, partidos políticos, sindicatos, etc., hasta el simple respeto y reconocimiento, que no es poco, de medios de comunicación habitualmente al servicio de intereses alejados e incluso enfrentados a dinámicas del tipo de las que Kukutza representa.
A lo anterior habría que añadirle otro factor, un tanto diverso, pero que gira en torno a una situación general de cambio profundo tanto a nivel mundial como de nuestro entorno más cercano. El descarado y claramente visualizado desfalco económico e ideológico que las élites del poder económico y político están llevando contra la gran mayoría de la población del mundo, incluidos los vascos y vascas, está generando un amplio, diverso sí, pero potente movimiento contra el actual sistema de cosas. Cada vez más sectores de la población tienen claro que esto no puede seguir así, que un mundo, una sociedad nueva es imprescindible. Kukutza representa una avanzadilla de esa nueva sociedad que despierta y trabaja por un futuro con futuro.
Por último, como tercer factor a tener en cuenta, los nuevos métodos de comunicación, que permiten contrarrestar de manera cada vez más importante el poder Goebbelsiano de los grandes medios de comunicación. Internet, el correo electrónico, las redes sociales, las pequeñas cámaras de fotos, los teléfonos móviles…, se han convertido en una extraordinaria herramienta de autodefensa popular.
En la “batalla de Kukutza” se han enfrentado los dos modelos de mirar a ese futuro, los apoltronados defensores del actual orden caduco, explotador, expoliador, corrompido y represor, frente a quienes van a cambiar la sociedad como última oportunidad para salvar a la humanidad y al planeta, tomando para ello por banderas viejos y casi olvidados valores como la honestidad, la igualdad, la generosidad, la solidaridad, la libertad.
Henchidos de arrogancia y de borrachera de poder, Azkuna y Ares no han sabido medir las conscuencias de sus acciones, o sí, pero simplemente les da igual, que es aún peor.
El primero, entronado en su mayoría absoluta electoral olvida, si alguna vez lo ha sabido, que Hitler llegó al poder con los votos “democráticos” de una gran mayoría del pueblo alemán. Ese abuso de poder le lleva al paroxismo de la inconsciencia y la irresponsabilidad al justificar el desalojo y derribo de Kukutza porque “no es el modelo que queremos”, como si tuviera que haber un exclusivo modelo cultural o social a su imagen y semejanza. He aquí un párrafo del potente artículo de opinión que sobre Kukutza publicaron recientemente tres reconocidos profesores universitarios: “La historia de Kukutza es la historia de un grupo de gente joven y menos joven que decidió construir un espacio público alternativo. Distinto, no contrario, de lo público institucional y oficial, y que escribe en el aire la pregunta de si disponemos de autoridades permisivas, progresistas e inteligentes. En muchas ciudades de Europa las autoridades entendieron experiencias constructivas de ocupación similares y las apoyaron como otra forma de bien colectivo. Entendieron además que encajaba dentro de la historia de las políticas culturales con el paradigma de “democracia cultural”. En su extremismo Azkuna está provocando a que quienes no compartan su modelo, muchos bilbainos, decidan, por ejemplo, quemar un día el Guggenheim.
Ares, el de las porras y las bocachas, el jefe de los “horribles” sin cerebro que arremeten con todo su arsenal represivo, incluido su histeria personal, contra el mobiliario urbano, contra todo ser humano que se mueva en las calles de Rekalde, contra los representantes elegidos del Ayuntamiento, Diputación y Parlamento, contra dirigentes de partidos políticos y abogado defensor de Kukutza; que machacan a los jóvenes sentados pacíficamente en la calle, que rompen persianas de establecimientos y puertas de los portales para apalear y detener a la gente, que entran en el centro sanitario a por los partes médicos de los heridos. Ares, el “profesional” de la represión que siembra el pánico y el dolor en todo un barrio, el “proporcionado” de los heridos y humillados trata desde su altavoz de propaganda mediática, volver a los vecinos del Barrio contra los jóvenes en lucha. Está acabado, hace mucho que cambió su origen popular por el ascenso político al precio que sea. He coincidido estos días con varios conocidos de Rekalde, adultos padres de familia, buena gente de viejas luchas, ya bastante acomodada, que si bien no participaban en la cosa de Kukutza, respetaban su trabajo y existencia en el Barrio, y que han salido a la calle indignados y con el puño apretado a sumarse a la denuncia ante tanta brutalidad. “Me ha devuelto a los años setenta y ha resucitado en mí aquel espíritu de lucha”, me decía uno de ellos. El tiro contra Kukutza se les volverá en contra muy amplificado, al tiempo.
Lloro al ver a los jóvenes llorar de impotencia ante la tragedia que para cualquier humano de verdad supone la labor destructora de esa grúa, pero me embarga también la fuerza que dan sus puños de dignidad levantados gritando ¡Kukutza aurrera! Hay esperanza, hay futuro. Un abrazo de compromiso a vosotros y vosotras jóvenes en lucha, una abrazo de agradecimiento Kukutza, un abrazo solidario Rekalde.
Berna Gómez Edesa, vecino de Dima.
http://www.larepublica.es/2011/09/lagrimas-y-punos-por-kukutza/