viernes, 13 de abril de 2012

Los lenguajes de la derecha durante la II República.

Por Miguel Angel Rebollo Torio
La lengua es un fiel reflejo de la sociedad, como señala el lingüista francés J. Dubois , el vocabulario empleado por la derecha en los años de la II República tiene un doble interés en la actualidad. En primer lugar, los términos que este sector emplea nos reflejarán su actitud en unos años cruciales de la España contemporánea, los que median entre 1931 y 1939; pero, en segundo lugar, sin su conocimiento no se puede comprender el léxico político posterior a 1939 (...)
    Ya es un hecho aceptado comúnmente que la Lengua refleja con exactitud a aquella sociedad que la utiliza.  O, más concretamente, que los diversos lenguajes empleados dentro de ella sirven de revelador de los sectores sociales que la componen.  Las [Img #5921]propuestas ideológicas, los métodos de actuación, las campañas en pro de obtener nuevos partidarios, vienen dadas por las distintas fuerzas sociales y políticas a través de una terminología que no sólo es instrumento, sino parte fundamental del propio mensaje. 


       La lengua es un fiel reflejo de la sociedad, como señala el lingüista francés J. Dubois , el vocabulario empleado por la derecha en los años de la II República tiene un doble interés en la actualidad.  En primer lugar, los términos que este sector emplea nos reflejarán su actitud en unos años cruciales de la España contemporánea, los que median entre 1931 y 1939; pero, en segundo lugar, sin su conocimiento no se puede comprender el léxico político posterior a 1939, ya que, en buena parte, muchas de las fórmulas y de la terminología forjadas por la derecha entonces, han tenido una gran fortuna en la etapa franquista.



        La década de los años 30 no posee una homogeneidad absoluta.  España atraviesa por fases muy diversas: el "bienio reformador" (1931-1933), el "bienio de reacción o bienio negro"(1934-1936) y el triunfo del Frente Popular en 1936.  En cada una de estas etapas ocurrieron hechos muy graves, alzamientos contra el Gobierno, como la rebelión del general Sanjurjo en 1932, la sublevación de 1934 - localizada fundamentalmente en Asturias - y la guerra civil que acabó con la II República.  No obstante, toda esta complejidad transcurre bajo un acontecimiento básico: España tiene un sistema republicano, democrático, con unas Cortes (= Parlamento, Congreso de Diputados) Constituyentes en los años iniciales, y un soporte decisivo en los partidos políticos.  No hay, pues, homogeneidad, pero sí se pueden aglutinar estos ocho años bajo un mismo signo por dos razones:

a) La existencia de unas mismas instituciones.

b) La II República destaca con nitidez en contraste con los períodos precedente y subsiguiente, la Dictadura de Primo de Rivera y el Nuevo Estado.


  
    De acuerdo con esta sociedad española, plena de tensiones y dotada de un grado de libertad muy amplio, el léxico político, lo anticipamos, es muy abundante, muy rico y muy variado.  Los políticos, de diferente filiación, entienden los términos utilizados con acepciones, a veces, contrapuestas.


       En este artículo no vamos a presentar una visión global de toda la sociedad republicana, sino que nos vamos a limitar a la derecha .  Razones de espacio nos obligan a centrarnos en los aspectos más significativos.



      En el panorama de la II República se impone un término decisivo, que no se puede obviar ni minimizar: el fascismo.  Tal vez nuestra perspectiva actual nos incline a ver sólo en Alemania e Italia el triunfo de regímenes fascistas, pero la ideología del fascismo alcanzó a otros países y, en el caso de España, no faltan estudiosos que se han preocupado por esta cuestión.  Ningún partido político de la II República dejó de reaccionar ante esta ideología.  España se convirtió en pro o anti-fascista, las posturas intermedias no cabían.  Sin embargo, resulta problemático delimitar con exactitud qué zonas encubrió el fascismo.  Veamos dos testimonios distintos: El periódico El Socialista afirma que "todo es fascismo, más o menos declarado, en el cuadrante de las derechas" (28-XI-33) y Ramiro Ledesma nos facilita nombres: "¿Quiénes son los fascistizados?  Empresa fácil y sencilla es señalarlos con el dedo, poner sus nombres en fila: Calvo Sotelo y su Bloque Nacional, Gil Robles y sus fuerzas, sobre todo las pertenecientes a J. A. P.. De Rivera y sus grupos, hoy todavía en la órbita de los dos anteriores, aunque no, sin duda, mañana.  Sin olvidar, naturalmente, a un sector del Ejército, de los militares españoles" 


      Tanto El Socialista como Ledesma coinciden en sus apreciaciones: la ideología fascista queda vinculada a la derecha.  Pero entiéndase que tanto derecha como izquierda son etiquetas cómodas, inteligibles para todo el mundo y excesivamente imprecisas.  La nomenclatura no es satisfactoria, resulta demasiado simplista, como ya advirtió Ortega y Gasset: "Siempre he protestado contra la vaguedad esterilizadora de estas palabras, que no responden al estilo vital presente -ni en España ni fuera de España-" .


       No nos interesa aquí tanto el origen de la palabra fascismo como la manera en que fue entendido por los distintos partidos en España.  Para el órgano falangista, Falange Española, es "fe y espíritu (...) es compenetración, es progreso, es bienestar (...) El 
[Img #5922]fascismo (...) sirve de puente salvador de la civilización y la cultura (...). El fascismo es orden, es unidad y es autoridad en beneficio de todas las clases sociales (...) El fascismo hace suya la norma evangélica: Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César" (11-1-34, p. 5).


       La aproximación del fascismo a una especie de mística o religión no es un rasgo casual; años después, Pemartín insistirá en este aspecto: "El fascismo español será, pues, la religión de la Religión" (Acción Española.  Antología, Burgos, 1937, p.401). El misticismo configura, con la exaltación de la fuerza, una de las características más acusadas del fascismo, y la fuerza va unida a la dictadura.  El siguiente texto de Onésimo Redondo es meridiano: "[El fascismo] es un recurso de fuerza para salvar a la civilización (...), se presenta como una idea que venera la fuerza, que erige la dictadura nacional en régimen de salud" (O.  C., I, Madrid, 1955, [25-1-32], p. 449) .


        Podemos determinar, unas veces mediante el léxico empleado, otras por explícitas declaraciones, qué partidos fueron fascistas o proclives al fascismo en la época republicana.  Desde su nacimiento, parece que las iniciales de F.E. no significaron sólo Falange Española:"...Con el grupo de Falange española, Frente español, Fascismo español, que los tres nombres, al parecer, utilizan esos casi amigos..." (JONS, n.°6, XI-33, p. 257).  La coincidencia F.E. = Fascismo español no es ocasional, ya que Ledesma escribe de una manera tajante: "FáciI mente se advierte en esta denominación (F.  E., Falange Española) el deseo de no abandonar las iniciales F. E., que desde meses antes, como iniciales de Fascismo Español, venían utilizando en sus hojas de propaganda" (op.  Cit., p. I 35).  Sin embargo, no fueFalange, si hemos de creer a Ledesma, el primer grupo proclive al fascismo; otro partido recaba para sí haber sido "la primera organización conocida en España como influida por el fascismo " (Ledesma,op.  Cit., p. 94).  Aludimos, claro está, a las J.O.N.S. Tanto F.E. comoJ.O.N.S. poseen esa característica reconocida en el fascismo: la "violencia".  El propioLedesma subraya que en F. E. funcionaban grupos cuyo fin era " desarrollar la violencia más extrema ", de ahí el sobrenombre de "Falange de la sangre" (op.  Cit., p. 161); y Onésimo Redondo, con un lenguaje más directo, afirma: "Donde haya un grupo antimarxista con la estaca, el puñal y la pistola como instrumentos superiores, hay una J.O.N.S." (O.  C., II, 15-1-34, p. 547) (8).  F. E. y J.O.N.S. no nacieron unidas y en la posterior fusión influyó más la organización de Redondo y Ledesma sobre F. E., según el propio Ledesma"Aparte de las ideas, el ritual y el marchamo fascista (ya en cierto modo internacionalizado), F. E. no lograba incorporar apenas nada nacional y sugestivo.  Ni bandera, ni vocabulario, ni agitación profunda en tomo a angustias verdaderas de los españoles.  (De todo esto se proveyó tres meses más tarde, al unificarse con las J.O.N.S., el movimiento nacional-sindicalista de las flechas yugadas, al que sostenía un mito juvenil brioso y una inquietud social fecundísima)" (op.  Cit., p. 142).



         Por último, otro sector de la derecha se alia con el fascismo, el Tradicionalismo: "El fascismo ha de ser, pues, en España, la técnica del Tradicionalismo: la traducción del Tradicionalismo a términos de presente" (Pemartín, Acción Española.  Antología, p. 402).



        Por lo que se refiere a los demás partidos, disponemos de algunas claves que nos ayudan a encuadrarlos.  Si  F.E. y J.O.N.S. tenían a su cabeza un jefe, el dirigente de la CEDA, Gil Robles, no va a ser otro jefe más, sino el jefe, reconocido como tal por el órgano ce-dista El Debate (3-X-34, p. 5).  El término jefe pertenece al léxico de la derecha, en la izquierda no existe esa palabra.  De una manera explícita, Maeztu alude a los "jefes de los diversos partidos de derecha"; sin embargo, Calvo Sotelo, líder del Bloque Nacional, rechaza que sea"jefe" , pero se sitúa al lado de Falange y, de hecho, maneja un vocabulario muy específico: "El Bloque es, con Falange Española, el único núcleo político español que realmente pretende estructurar un nuevo Estado".  El sintagma "nuevo Estado" no se explica fuera del lenguaje de la derecha; al igual que la única política marcada positivamente va adjetivada con un término propio del fascismo: totalitaria: "Viene el nacionalsocialismo (...) a hacer una política totalitaria, es decir, a dominaren la nación por completo, no admitiendo (...) una 'oposición política' que dispute el mando y perpetúe la discordia en la política" (Redondo, O. C., II, 7-111-32, p. 45).  Lo que propone Redondo, lisa yllanamente.es un régimen dictatorial, inherente al fascismo, de ahí la elección de la fórmula "política totalitaria".



     El grado de influencia del fascismo sobre los diferentes partidos es diverso.  Si hemos aludido a FE., JONS., CEDA, Bloque Nacional y Tradicionalismo, no ha sido con otro fin que el de señalar que esa ideología arraigó en España, y que no se puede estudiar un vocabulario político de los años 30 sin tratar sobre el fascismo.  No pretendemos afirmar que los cinco grupos políticos resultaron imbuidos de fascismo en la misma medida.  Lo que ocurre es que, debido al desarrollo bélico posterior, los españoles se dividieron en nacionales frente a comunistas y en antifascistas o republicanos frente a fascistas, según se vea la guerra desde un bando u otro.  A fin de cuentas, con la polarización absoluta de España (mejor las dos Españas) en fascistas y comunistas, la "izquierda" quedó identificada con éstos y la "derecha" con aquéllos.  La división no es tan simple, ambos bloques son heterogéneos, prueba de ello es el léxico que marca diversas facciones en cada grupo.



      La "izquierda" es sistemáticamente degradada por la "derecha".  Los comunistas, es decir, los afiliados al Partido Comunista, aventajan a los demás en la recepción de términos claramente injuriosos.  El lingüista encuentra un filón en la obra de Onésimo Redondo.  El líder jonsista los denominará asalariados por los déspotas de Moscú, bárbaras furias social-comunistas , comparsas del progreso soviético, chacales, chusma musulmana, infelices rusillos, invasores rojos, moscovizados, rojos proletarios, traidores moscovitas y traidores a la Patria .  La revista Falange Española forma un derivado con un sufijo despectivo comunistizantes.  De forma semejante, los marxistas, que no tienen por qué estar forzosamente afiliados al Partido Comunista, y, por lo tanto, es un término que cubre un campo más extenso que comunistas, tienen una degradación conseguida mediante sinónimos .  Para Álvarez Gendín son los sin Dios , forma mucho más expresiva que "ateos", y para Redondo los más africanos de toda Europa .  La colaboración de los socialistas con Azaña justifica la aparición de los azaño-marxistas y de los socialazañistas.  Calvo Sotelo convierte a los socialistas en socialistoides .  Las juventudes "rojas", como dicen Gil Robles y Ledesma, tenían un nombre específico, chíbiris, "llamados así por la tendencia que mostraban a musicalizar sus gritos con esa canción chabacana" .



        Pese a que cada término cubre una zona de la "izquierda", existe una palabra que los engloba a todos, frentepopulistas , creada sobre la base del Frente Popular, coalición de la izquierda que venció en las elecciones de febrero de 1936.


       Dentro de la "derecha" se halla el partido de la CEDA con sus cedistas, "instrumentos sumisos del Vaticano" (José Antonio) y los radicales del Partido Radical de Lerroux, "viejos tragacuras" (José Antonio).  Los partidarios de la Monarquía son los monárquicos (José Antonio).  En los tres casos, los términos son neutros, carecen de marcas positivas o negativas, y están formados sobre las bases de CEDA, (Partido) Radical y Monarquía.  En cambio, los falangistas conocen denominaciones distintas.  Por el color de su atuendo eran camisas azules (José Antonio), en oposición a camisas rojas de los "semiseñoritos viciosos de las milicias socialistas" (José Antonio).  Más tarde, los falangistas de primera hora se diferenciarán de sus correligionarios posteriores por ser camisas viejas .  Los afiliados a las J.O.N.S. eran los jonsistas (Ledesma, op.  Cit., p. 113), que no se confunden con los falangistas, por más que estemos habituados a la agrupación F.E.T. de las J.O.N.S., unión impuesta en la zona nacional por el general Franco.



       Debemos subrayar que los términos recogidos apuntan a la "izquierda" o hacia la"derecha", pero no hacia un hipotético "centro"; esto no es posible en el panorama político español de la II República.  La escisión de España se efectúa sólo y exclusivamente en dos bandos.  Este binarismo se observa en otros aspectos como: revolución y contrarrevolución y las dos Españas.  Anticipamos que no hay una correspondencia absoluta entre "derecha = contrarrevolución" e "izquierda = revolución".



       El problema estriba en que, como escribe El Socialista: "Por lo común, la prensa reaccionaria usa los términos con acepción contraria a la que tienen en realidad" (7-V-31).  La dificultad no ha escapado a los historiadores.  Así, Pierre Vilar señala: "Queda por saber lo que este vocabulario único encubre de diversidad en las intenciones" .



      En principio, la revolución constituye algo novedoso, o como dice el político catalán Cambó,"la moda de hoy es hablar de revolución a toda hora" (El Sol, 1 l-IV-31, p. 8).  Ahora bien, se nos plantean dos dificultades al abordar este aspecto si queremos resolver esa "diversidad" de que habla P. Vilar:

1) Diferenciar entre revolución y contrarrevolución.

2) Matizar las distintas acepciones del término revolución.



        Por lo que se refiere al primer punto, son antirrevolucionarias las derechas ajenas a F.E. y JONS., porque la revolución queda marcada por el "caos" y el "desacato a la religión".  El"caos" lo manifiesta el escritor Maeztu"La revolución implica la matanza general de las clases directoras del país" , y la "irreligiosidad" se halla en el siguiente escrito de Pedro Sáinz Rodríguez: La Revolución (con mayúscula) "es la insurrección de todos los apetitos naturales humanos contra las normas coactivas superiores de la Religión y de la Moral" (Acción Española.  Antología, p. 256).  Esta derecha negadora de la revolución emplea un léxico que refleja su ideología.  Calvo Sotelo aboga por una contrarrevolución, "el rayo de amor, no de odio, que extirpe todos los venenos antisociales" (op.  Cit., p. 92).  Pemartín va más lejos, defiende un pensamiento antirrevolucionario, "es decir, opuesto a la revolución genérica en todo su ser" (Acción Española.  Antología, p. 384).  La diferencia de matiz tiene especial importancia, puesto que se advierten dos posturas dentro de los que rechazan la revolución en la derecha: unos se enfrentan a la revolución izquierdista (los contrarrevolucionarios), otros niegan cualquier revolución (los antirrevolucionarios).



        En cuanto al segundo aspecto, convendría estudiar la revolución tanto en el léxico de la derecha como en el de la izquierda, pero aquí nos vamos a limitar a la visión que F.E. y J.O.N.S. ofrecen.  Ambos partidos reconocen que la revolución no es patrimonio suyo: "...La revolución es la obsesión de los luchadores de la política (...) y cada cual la realiza en su Provecho"(Redondo, O. C., I, 7-IX-31, p. 210).  Por ello, todas las posibles revoluciones ajenas son rechazadas, " hay de todo menos auténtico movimiento obrero y nacional"  (José Antonio, O.C., 9-X-34, p. 301).  Observemos primero qué es una revolución y, después, qué rasgos la caracterizan.  Según José Antonio, revolución es "la alteración de las bases políticas y sociales de un país" (O.  C., 31-V-36, p. 983), lo que, situado en los años treinta, supone la destrucción del sistema republicano.  Y las notas de la revolución derechista se corresponden perfectamente con sus ideas: tiene que ser dirigida por una minoría "inasequible al desaliento"(José Antonio, O. C., 12-X-35, p. 485); enlaza con lo "nacional", porque se apoya en la "doble palanca de Tradición y Renovación" (Redondo, O. C., I, 27-VII-31, p. 108), de ahí el sintagma tan repetido de revolución nacional, meta de F.E. y J.O.N.S., cuya realización corresponde a las"juventudes extrañas a la lucha de clases, es decir, a hijos de los burgueses y a los obreros jóvenes" (Falange Española, 2-III-34, p. 9); y va unida a la "violencia política" (JONS, n.° 3, VIII-33, p. 105), característica del fascismo, como hemos señalado.



      Si estos son los rasgos que configuran la revolución de la derecha, enfrente y en las antípodas, está la revolución llamada roja (Redondo, O. C\, I, 2-XI-31, p. 302).



      En cuanto a la polémica de las dos Españas, sus orígenes son muy lejanos.  La derecha no aceptó nunca la España republicana, por eso se escribieron frases como "España está vendida" (Redondo, O. C., II, 23-V-32, p. 140) y se incitó a la "conquista de España" (Falange Española, 7-XII-33), acorde con fórmulas muy conocidas del tipo "conquista del Estado" y"conquista del Poder".  Con la guerra civil, ambas Españas se oponen por las armas.  La separación llega a ser, incluso, física.  Así describe el novelista Max Aub la zona de Madrid desde un avión: "Despegan.  Desde que toman altura, ven la línea que parte España: Fuencarral, de ellos; Vicálvaro, nuestro; Carabanchel, de ellos; Vallecas, nuestro.  Ellos que están a punto de ganar" .  Las dos Españas quedan marcadas nítidamente en el léxico: de un lado España, la de los "nacionales", del otro la Anti-España, la de los "rojos" (José Antonio, O. C., 31-X-35, p. 554-555), que se corresponden con Patria y Anti-Patria.  Sabemos que estos términos circularon con prodigalidad, ya que Manuel Azaña se hace eco, con dolor, de que"entre los despropósitos que se han desatado contra nosotros en los años pasados, figuraba, como más señero, el de que nosotros somos la antipatria" .



        En suma, toda la época republicana está presidida por un término, el fascismo, que vertebra las posiciones de los partidos y de los años republicanos e inevitablemente repercute en el vocabulario político.  Faltan por analizar otros muchos aspectos de este campo tan rico que interrelaciona la lengua con la sociedad, pero ya exceden los límites de un trabajo como éste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿NO TIENES NADA QUE DECIR?
No se publicarán mensajes ofensivos, a lo sumo, si el mensaje el publicado se eliminarán los insultos. En ese caso pondré un comentario explicativo. Si tardo mucho en ello es porque no he entrado en el blog en mucho tiempo.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...