domingo, 15 de abril de 2012

Rajoy nos apalea y, además, nos amordaza.

El gobierno Rajoy lo tiene claro. No solamente está decidido a aprovechar el éxito del cuento de la crisis entre los ciudadanos para volver a atrasar el reloj del estado español cincuenta años, recortando derechos sociales y servicios básicos y reservandolos solamente para aquellos que los puedan pagar, sino que, además, quiere poner una mordaza a los trabajadores para que ni siquiera puedan protestar contra sus crímenes (ver palabras de Julio Anguita sobre las intenciones del Partido Popular).

Asi que los nuevos planes del gobierno del desmelenado Rajoy, que parece soñar, aprovechando las alas que le da otra gran nostálgica del fascismo, la alemana Merkel, con restaurar el estado franquista que los suyos tuvieron que ceder por las presiones de la CIA tras la muerte de Franco, para construir, de la mano con sus amigos de las cloacas del estado, pero enemigos ante los ciudadanos, del PSOE, una aparente democracia bipartidista que acabara con el amenazante comunismo ibérico, incluyen una ley mordaza para que los ciudadanos no salgan a la calle a protestar, y que ni siquiera puedan responder cuando un criminal vestido de uniforme les apalea o les mata a bolazos (algo cada vez mas habitual en la España del PPSOE).

Las reformas del Código Penal que quiera aprobar el gobierno de los antiguos franquistas, en una mezcla bien sazonada con los representantes de Lehman Brother y otros representantes del crimen económico organizado (una union que resulta complementaria pues, ya sabemos, que el capitalismo y el fascismo fueron siempre uña y carne, a pesar de la propaganda que intenta esconder bajo la alfombra la fecunda y sanguinaria union), incluyen algunas de las siguientes:

Por ejemplo, pretenden que la resistencia pasiva sea considerada como un atentado a la autoridad castigado con la cárcel. Es decir, quieren convertir el actual derecho a reunion pacifica y manifestación en un delito, para evitar que los ciudadanos y trabajadores indignados o cabreados salgan a la calle a protestar contra las decisiones del gobierno o, por supuesto, los robos o delitos de las grandes empresas que, en definitiva, son las que mandan.  

Los antiguos adoradores del águila imperial, hoy disfrazados de gaviotas, planean también que la simple convocatoria por Internet de una manifestación pacifica esté penada con prisión, convirtiéndose en delito de “integración en organización criminal”. En la práctica, convierte en un delito la difusión por la red de cualquier manifestación que no esté previamente autorizada y, por lo tanto, en delincuentes a todos los que llamen a la protesta pacífica a todos o un determinado colectivo de ciudadano o de trabajadores.

Y todo esto mientras, por supuesto, se ofrece una Amnistia Fiscal a los grandes delincuentes financieros. 

Los chicos de Rubalcaba, esa otra rama del entramado de corrupción política, económica y moral que es hoy el país, seguramente se quejaran de algo que han estado haciendo ellos durante todos sus años en el poder. Es cierto que ellos no fueron tan lejos en las agresiones contra los derechos de los trabajadores y los servicios públicos, pero al fin y al cabo todo gran concierto tiene un telonero, como sabe todo aficionado al cicilismo, todo sprinter tiene siempre un buen lanzador.

Por otro lado, todo el mundo habla del fin del estado de bienestar, de que la crisis acaba con la democracia y otras pamplinas. Personalmente no creo que existiera jamás tal bienestar (mas allá de lo aparente y de las necesidades circunstanciales motivadas por el interes de contentar y domesticar a un pueblo que salia de cuarenta años de esclavitud), ni que en España haya existido democracia alguna desde aquel vergonzoso dia, 18 de julio de 1936, en que unos representantes de la mafia capitalista internacional dieron un golpe de estado contra la República Española  disfrazándo su ambición personal de hipocrita amor a la patria.

Aquellos crearon con la ayuda de Hitler y Mussolini, además de la de las potencias "democráticas" occidentales,  una dictadura sanguinaria y criminal que convirtió a España en una gran fosa común que todavia no ha sido derrocada, y cuyos continuadores que, durante aquella gran estafa que fue la Transición,  simplemente maquillaron su rostro ensangrentado para mostrar otro aparentemente democrático, y humano hoy, subidos sobre el pedestal de la crisis, tienen bastante menos necesidad de fingir.

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